lunes, 8 de mayo de 2017

Cerca del Cielo.

Por: José Ramón Flores Viveros.
Miedo.

“Donde alguien solo ve oscuridad, siempre habrá quien también distinga las estrellas”.

Cuando experimenté el miedo en la montaña, también experimenté mucho egoísmo. Fui testigo de una caída violenta de una montañista. Recuerdo con mucha vergüenza que lo que me preocupó realmente al instante fue mi propia seguridad. Tengo muy presente que no hice nada absolutamente por ayudarla, aunque la verdad fue que el miedo me paralizó.

Ricardo Torres Nava, alpinista internacional, tiene una mentalidad muy fuerte y reacciona con la velocidad del rayo ante la desgracia. Cuando escaló el Kilimanyaro de África, estando en la pared con otro alpinista mexicano, de manera repentina una feroz tormenta se abatió sobre la montaña. Ricardo platica que las descargas de los relámpagos electrificaban la pared. Su amigo fue presa de un ataque de terror. Quedaron varados a media montaña y de no ser por la reacción de Ricardo seguramente hubieran perecido en la montaña. Tubo que remolcarlo prácticamente hasta que lograron llegar a un lugar seguro.
La solidaridad en la vida en general debe de ser una obligación, y el valor juega un papel muy importante. No ser víctima del miedo que paraliza, que no deja ni pensar ni actuar. En la selva amazónica de Ecuador recuerdo que era abril, mes de mucha lluvia, realizábamos un recorrido turístico y justo ante la corriente feroz de uno de los ríos que se forman por la exagerada cantidad de agua que caía, escuchamos unos gritos y al voltear vimos que la corriente arrastraba a una gran velocidad a un hombre justo a la mitad del rio. Me moví con la intención de arrojarme al rio a tratar de ayudarlo, y seguramente hubiera muerto ahogado, ya que además no tengo el mínimo conocimiento acuático para estar dentro del agua. Además resulto que el tipo era originario del lugar y solo se trataba de una broma.
Alguna vez también les platiqué que el miedo a lo paranormal en la montaña  también existe. Esto que les relato es la primera ocasión que me animo a realizarlo. No lo había hecho porque son experiencias muy extrañas y difíciles de creer. Aún más extraño fue que yo no vi nada pero mi compañero montañista sí.
Esto sucedió en 1999 en el albergue de Piedra Grande el día de los muertos, 2 de noviembre. El albergue se encontraba totalmente vacío solo estábamos mi amigo y yo. La madrugada de aquel día al ir subiendo el glaciar, uno de los eventos inexplicables fue que las lámparas frontales se apagaron repentinamente sin volver a prenderse. No obstante que las pilas eran nuevas. No hacia frio extremo que justificara este hecho. Afortunadamente había luna llena y su luz nos proporcionaba una gran luminosidad. Pudimos escalar sin ningún problema, la textura de la nieve era también excelente;  el piolet y los crampones se insertaban a la perfección dándonos una gran estabilidad. Hicimos cumbre y bajamos sin ningún problema. Todo salió a la perfección. Habíamos dejado mi coche en Hidalgo. Era de noche cuando deje a José Luis en Perote ahí tomó un autobús,  es originario de la ciudad de México.

En diciembre de ese año nos vimos en Coatepec traía las fotos que había tomado en el Pico, en una de ellas apareció de manera inexplicable lo que parece un ovni. Pero lo que me platico que sucedió mientras dormíamos en el albergue y de lo que fue testigo, se los platico en la próxima colaboración estoy seguro que los va a impactar…

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