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La inseguridad, el nulo crecimiento económico, con el consecuente déficit en la creación de empleo, el autoaislamiento del concierto internacional, el deterioro institucional, cual jinetes apocalípticos, cabalgan el suelo patrio, mientras que negros nubarrones cubren el horizonte como presagio de un presente confuso y un futuro incierto. Mientras tanto, México se encuentra dividido, presenta un atavismo que se lamenta. Pareciera que hemos retrocedido a etapas decimonónicas. Somos espectadores de representaciones que creímos desterradas del escenario nacional contemporáneo. Hoy, prevalecen dos visiones que se apartan; dos posiciones que corriendo paralelas cada día se muestra más divergentes. México se debate entre quienes aplauden hasta la ignominia y acríticamente todas las acciones del Presidente por absurdas que resulten y los que cuestionan todo sin concederle mérito alguno. Entre quienes se embelesan con una mirada retrospectiva sin capacidad para romper las amarras con el pasado mientras justifican su mediocridad fincando culpas a quienes ya no están y los que se emocionan con una visión de futuro asumiendo los retos de la globalidad, que nos guste o no, representan la realidad actual. No me detengo a tratar en dilucidar a quiénes asiste la razón, además reconozco que no es una cuestión nada fácil. El simplismo en el caso, resulta inadmisible y la sola pretensión de verlo todo en blanco y negro resulta inútil ante la inmensa variedad de matices.
La polaridad, el maniqueísmo y la confrontación, son un lastre para el desarrollo del país. Se requiere la unidad de los mexicanos para sortear los muchos y graves problemas que nos aquejan. Corresponde al presidente de la república, con su liderazgo y alta embestidura, hacer una gran convocatoria a la concordia y la unidad, pero lejos de ello, pareciera que desde el gobierno se promueve la división, y es que no se puede gobernar sobre la base de la mentira y el odio. La narrativa oficial descalifica y lastima con improperios a quienes piensan diferente y en sentido peyorativo se les llama adversarios, como si fuera obligación compartir las mismas ideas y conceptos.
Ha transcendido que el recién designado Delegado Regional de la Secretaria de Educación en Coatepec, confunde sus inclinaciones políticas con la responsabilidad sustantiva que le compete. Se escuchan voces que se duelen por un supuesto trato discriminatorio que dicho funcionario da a quienes consideran no afines al partido en el poder. Según estas mismas voces, no recibe ni atiende a quienes considera “adversarios”. Si el transcendido resulta ser cierto, es grave, sobre todo cuando se requiere implementar protocolos de seguridad en todas las escuelas para prevenir sucesos que se pudieran lamentar. Por el bien de las instituciones, pero sobre todo de la niñez y juventud, se espera que todo sea un mal entendido, de no ser así, ojala se tenga la sensibilidad para reconsiderar el desempeño y enmendar lo que sea necesario.