Hugo Sánchez Márquez.
El afecto que recibimos de la familia es fundamental para el éxito. Pero recordemos que ellos también necesitan de nuestro afecto, pues a ellos, en su momento, también les servirá para salir adelante.
Pele.
A finales de los años 70s, Hugo Sánchez y la selección mexicana, mayores de 20 años, se enfrentaron a las Comunicaciones de Guatemala en Tapachula; Estadio donde tuve la oportunidad de jugar en varias ocasiones con la selección de la Universidad Autónoma de Chiapas y por cierto donde jugué por primera vez de noche. La categoría se llamaba primera división e incluso algunos partidos eran transmitidos por radio. En uno de aquellos partidos mientras calentábamos tuve la pésima suerte de que me entrevistaran, y digo pésimo porque me cargaba encima una timidez enfermiza, y casi estuve al punto del colapso cuando me pusieron el micrófono y hasta la fecha no recuerdo la sarta de incoherencias que dije.
Algo que recuerdo muy bien como algo muy bonito, aunque cuando me sucedió pujaba de verdad. Los porteros, la mayoría, no se si era una característica de los guardametas chiapanecos, pero cuando despejaban con el pie, llegaban casi tres cuartos de cancha, y por mi posición de defensa central adelantado, marcando al centro delantero, tenía que ir con todo por arriba para rechazar con la cabeza, por encima del delantero. No fueron pocas veces que al calcular mal, brincaba antes entonces cuando caía, la pelota me golpeaba, peinándola hacia mi propia portería, metiendo en cada problema a mi equipo.
Al día siguiente del partido del tricolor, y que por exceso de dinero no pude ir a ver. Tenía todo preparado para viajar a Coatepec, eran como las 11 de la mañana aproximadamente, caminando rumbo a la terminal de autobuses, pasé al parque central con la intención de comprar algún recuerdo, de quienes vendían artesanías en la calle, para mi casa. La calle estaba atestada de gente, como podía trataba de ver algo que me gustara, por encima de las espaldas de quienes también hacían lo mismo. Estaba tan concentrado, que no me había dado cuenta que quienes estaban comprando iban enfundados en chamarras y pans verdes, comencé a leer y decía Selección Mexicana. Eran miembros de nuestro representativo nacional, y al observar más detenidamente, entre tanto chamacos altos, fornidos, distinguí a Hugo Sánchez, inconfundible con su amplia melena rizada.
Me quede congelado, hasta me olvide de mi intención de comprar, para observarlo detenidamente, muy pocas personas nos habíamos dado cuenta de la presencia de quien sería en poco tiempo, el mejor futbolista mexicano de todos los tiempos.
Como todo muchacho joven, bromeaba mucho con sus compañeros, y se comportó de manera sencilla y amable con quienes, al identificarlo, también comenzaron a solicitarle fotografías y autógrafos. Tengo la anécdota de que había puesto mi maleta en el suelo y uno de los jugadores, se tropezó con ella y casi cayó al suelo, pero un ágil salto, lo rescato del ridículo. Hugo Sánchez recuerdo que dijo al ver el incidente, “¿De quién es esta madre? Refiriéndose a mi equipaje”. Aun cuando todo era risa y bromas entre los jugadores y el cuerpo técnico, yo siempre cuadrado y tomando todo en serio, rojo como tomate, tome mi equipaje y apresuradamente me perdí entre la gente, sin aprovechar para una foto y los autógrafos. Pareciera que hasta tuviera en riesgo de que el mismo Vaticano me pudiera expulsar de la iglesia católica por mi torpeza.
Que hermoso es recordar, regresan a la mente momentos únicos. Es una verdad absoluta, recordar es vivir. Existen cosas de mi pasado que hasta me enojan, me irritan de verdad. Me privé de muchas cosas por mis prejuicios absurdos y terribles, pero la conclusión el día de hoy es que mi vida es exactamente como debió de haber sido. Un solo milímetro de alteración en el pasado hubiera impactado de manera definitiva en el resultado que hoy vivo. Estoy contento con este resultado, aunque de repente pareciera atormentarme.