DESDE
EL AULA
“Dios,
omnipotente y omnipresente, en su infinito poder no sujeto a tiempos ni ciclos,
debe tener espacios enormes de ocio y aburrimiento”, afirma mi amigo el
albañil, campesino y hoy predicador. Algunas noches, cuando paso frente a su
casas, lo miro en el pórtico leyendo la biblia a la luz de una bombilla; le
pregunto si para leer no le basta la luminosidad de la aureola que lo circunda,
suelta una sonora carcajada audible a una cuadra. Me convida a pasar, luego de
un trago de compuesto de pasas o crucetillo, inicia un monólogo con intervalos
de risas. De súbito se pone serio, hasta parece pensar y dice: un día Dios, al
no tener cosas importantes qué hacer, decide darse una vuelta por la tierra para
ver el comportamiento de los hombres, invita para ello a su no siempre fiel
mayordomo, San Pedro; así, se aparecen en un lugar severamente castigado por la
falta de lluvia, encuentran un hombre al que Dios dice: “buen hombre, el sol
está muy quemante, tengo mucha sed, me das un poco de agua”, claro, le contesta
su interlocutor ofreciendo su ánfora –tiene mucho tiempo que no llueve, la seca
está muy dura- comenta Dios. Replica el hombre –sí hace mucho que no cae la
lluvia, pero no tarda, ya hay muchos barruntos de animales y esos no fallan.
Las tapeguas están muy alborotadas, las hormigas han subido sus huevecillos, y
en las noches grita el pájaro vaquero.