Año nuevo, cosecha y reyes.- Para el campesino de esta región que vive del jornal y que espera con ansia la cosecha de café, fechas como 31 de diciembre o primero de enero, no son más que una noche y un día como los demás. Su pensamiento y su trabajo están inmersos en la cosecha. Este año es abundante y el clima ha sido generoso. No llega la parafernalia de la ciudad, donde la gente corre, compra gasta, come, bebe, festeja. Eso es parte de la mercadotecnia comercial que ha impuesto costumbres que pocos entienden pero que todos practican. Aquí en la finca, el 1 de enero amaneció como todos los días y los cortadores lo aprovecharon para ir gustosos a llenar sus tenates, lo que les representa un buen ingreso. La noche del 31, hasta las lomas se oía el bullicio de la ciudad, los cuetes, el festejo y la algarabía del ‘feliz año nuevo’. Hoy, de camino al jornal, el grupo de cortadores va charlando animadamente hasta llegar a donde inicia el surco y sin tardar se enfundan el tenate e inician la faena. La charla continúa y no falta quien le pregunta al sabio de la cuenca, al viejo campesino curtido por muchos años nuevos y viejos, el que fue forjado por muchos y cíclicos solsticios, sobre el significado de los Reyes Magos que se celebran el 6 de enero. Ni tardo ni perezoso, el viejo mago del conocimiento y portador de sabiduría, sin dejar de mover los dedos que deslizan el café cereza al tenate, respira hondo para explicar: “Oriente era cuna de grandes astrólogos y filósofos que estudiaban los tránsitos planetarios y se esperaba la llegada de un nuevo profeta. En la península del Sinaí hasta el reino de Alejandría estaba todo plagado de monasterios y templos donde se estudiaban las ciencias del conocimiento, tales como la filosofía, la astronomía, la astrología, las matemáticas, los idiomas, etc. Filón, de Alejandría, fundador de la famosa biblioteca, fue el enlace entre tres viajeros: Melchor, Gaspar y Baltasar. Melchor era un príncipe de Arabia, sabio, filósofo y astrólogo, difusor de la filosofía Kobda y Copta, fundó una escuela de investigación filosófica en las montañas de Paran, cerca del Monte Horeb, en el Mar Rojo. Gaspar era un sabio indostánico, conocedor de la ciencia de las estrellas y seguidor de la filosofía budista; fundó una escuela filosófica en el Monte Solimán cerca de Singapur. Baltasar era de Persia; sabio, astrólogo y filósofo, discípulo de Khrisna, fundó la Escuela Babilónica. Estos eran los personajes que se pusieron en camino para ser testimonio del acontecimiento de la llegada de un ser de alta frecuencia que tenía como misión cambiar al mundo. Esperaban un guerrero, pero un guerreo de luz como salvador de toda la humanidad”. Todos absortos con el relato, hasta dejaron por un momento el ‘corte’ para seguir escuchando con atención. El viejo Rey del cafetal continúa: “La conjunción de cinco planetas en una alineación sobre la constelación de Piscis, sería la estrella que los guiara. La estrella es el símbolo de la unión de las cinco grandes religiones: el taoísmo, el budismo, el islamismo, el judaísmo y el cristianismo, de las cuales los Reyes de oriente son a la vez testamentarios y precursores, por lo que se deduce que este ser tan especial debía entenderse con todos. Los Reyes Magos se postraron ante el pequeño infante, ese ser de altísima vibración que prometía ese amor que no es de este mundo. Le ofrecieron Oro, Incienso y Mirra, elementos que representan la transmutación alquímica: la voluntad de acción, la elevación y la sabiduría, así como la purificación y la liberación de las tendencias inferiores. Estas fueron las herramientas que utilizaría Jesús a lo largo de todo su ministerio en la Tierra”... Con esta frase se alejó para iniciar con otro surco, dejando a todos estupefactos, pero se le escuchó decir: “Desde entonces se les recuerda, haciendo regalos a los niños”.
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