Si es un suspiro, un sollozo, una ilusión, una metáfora, una provocación, una esperanza, un sueño o un despertar, un desafío, una locura, una gracia, una tragedia, un regalo, una condena… poco importa, pero se va incontenible, pasa tan rápido que apenas nos damos cuenta, y una vez ido resulta imposible recuperarlo, y la paradoja es que, como lo sentencia el genial salvador Dalí: “El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan”.
Que el tiempo lo cura todo, es posible; que el tiempo se encarga de poner a cada cual en su lugar, si lo creo, pero en tanto así sucede, duele, duele la falta, la ausencia, el olvido, y lo absurdamente irremediable; duele el saber que al final llegara el final con su misterio que abruma y que estremece.
Parece que apenas fue y está ya por cumplirse un año de tu partida sin retorno. A menudo irrumpe a mi memoria aquella madrugada de mayo, en la víspera de la fiesta que en el pueblo todos esperamos, cuando me regalaste el ultimo de tus suspiros; aun siento aprisionada contra mi pecho tu cabeza tibia. Te hablé, creo que ya no me escuchaste, por que nada dijiste, ya lo habías dicho todo casi siempre sin palabras. Fui yo quien dijo a mi madre atribulada: se ha ido.
En las largas noches de insomnio en la soledad de mi casa vieja, cuna de mi estirpe, tan llena de recuerdos y tragedias, cierro los ojos sin perderme en la inconciencia del sueño y te veo venir con tu andar cansado, con sombrero de palma y huaraches, caminando los mismos caminos y surcos que ilusionados juntos recorrimos tantas veces. Veo tu rostro ajado y oigo tu voz que reconforta.
En momentos que me siento atribulado, cuando el ambiente me resulta denso y todo parece estar cubierto por densa bruma, cuando me siento en la confusión frente a una bifurcación sin saber cual es el camino que se debe tomar, cuando hay tantas cosas que me guardo dentro hasta el dolor; cuando la brújula se extravía y pierdo el control del timón, cuando siento la urgente necesidad de una voz que me hable por mi nombre y me diga que es por acá, cuando preciso una mano cálida en el hombro y una mirada húmeda de comprensión, entonces cierro los ojos, te veo, te siento, te hablo y te digo con una voz queda, solo para mi: Padre, me haces falta, te quiero, se que ya no vendrás se que esperas en otro lugar, desde el cual, pese a todo, te sientes orgulloso de mi.
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