lunes, 10 de abril de 2017

DESDE EL AULA

 Por: El Profesor

Mis padres cumplieron 59 años de casados. Para la familia, acontecimiento importante que nos congregó a ocho hermanos y 23 nietos en torno suyo, primero en una celebración eucarística de acción de gracias, luego en un convivio con familiares y amigos. Una buena parte de la población de Bella Esperanza nos hizo el favor de acompañarnos al igual que muchos amigos de otros lugares.


Sentimientos profundos me invadieron, a más del amor que naturalmente les tengo, guardo para ellos admiración, levantar ochos hijos procurándoles escuela con un jornal de campesino no es asunto menor. No me canso de agradecer la maravilla de contar con ellos. Luego de 59 años de vida en matrimonio, me enternece verlos juntos prodigando una lección de vida; me enorgullece su dignidad, admiro su expresión serena, su plenitud, sus miradas amorosas que envuelven, animan y reconfortan.

En el seno de la humilde familia que construyeron fui formado en los valores y el trabajo. Somos una representación genuina de la cultura del esfuerzo. Con ellos aprendí a mirar de frente, a hablar con la verdad, a ser derecho; en mi catálogo de conductas no se encuentra la traición y procuro no confundir lealtad con adulación.

Son muchos recuerdos, tantas emociones, alegrías, penurias, en fin, la vida es así, pero seguimos en familia, verticales, trabajando, soñando… construyendo. No dejan de sorprenderme que en momentos de tribulación, cuando el horizonte parece llenarse de bruma, mi pensamiento vuela hasta la figura bendecida de mis padres y me lleno de energía positiva, renuevo esperanzas, recupero fuerzas para seguir adelante en la convicción de que el tiempo se encarga de poner las cosas en su lugar y de que en la negrura más espesa, emerge siempre radiante la luz.

Como todos, cometo errores. Sé que mis debilidades son muchas, pero puedo caminar solo y mirar a los ojos. No soy, nunca he sido un pillo…

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