JAROCHADAS
LOS
LETRADOS A LOS ILETRADOS
John
Ernst Steinbeck, californiano de nacimiento y alumno regular en la
Universidad de Stanford (donde “Sopla el Viento de la Libertad”), en Palo Alto,
California, al no poder graduarse, abandona sus estudios y decide ensayar
varios oficios, hasta que descubrió que eso de la escritura se le daba de manera
natural. Ni tan joven, ni tan viejo, encontró una chamba en El Condado del
Placer, también en California, donde la felicidad le guiñó un ojo, al haberse
“arrejuntado” a su Carol querida.
Estando
en el Lago Tahoe, la inspiración lo abordó y no teniendo tiempo que perder,
empezó a consumir hojas de papel y a vaciar los tinteros; treinta y dos años de
arduo trabajo, le sirvieron para que en 1962 lo distinguieran con el Nobel
de Literatura. Cuando escribía “El registro del Mar de Cortés”,
en el golfo de California, debió haber escuchado una leyenda sobre el hallazgo
de una gran perla, inspirándolo para escribir su novela con ese nombre: “La
Perla”.
Este tema es sobre la vida de un matrimonio joven y pobre, cuyo sustento se lo ganaban con la venta de productos que sacaban del mar. Carentes de oportunidades para progresar, sin acceso a la medicina para curar al desafortunado hijo de brazos que en mal momento convulsionaba por el piquete de un embravecido alacrán, describiendo las respectivas adversidades a las que el pescador y la señora, cotidianamente se enfrentaban.
Cuando
Quino el protagonista, saca de las profundidades del agua salada una ostra de
un tamaño inimaginable, que al abrirla una vez estando en tierra firme, una
descomunal perla se deslizó entre sus manos y en ese instante empieza a
soñar en su libertad financiera, pero al mismo tiempo presiente que “esa
riqueza” le traería malos augurios. Steinbeck en esta novela, relata las
injusticias que cometen LOS LETRADOS A LOS ILETRADOS,
quedando retratada la avaricia y la desigualdad, pues cuando parecía que la
felicidad tocaba las puertas de la choza, todo se convirtió en
sufrimiento.
Esta novela, sirvió para que nuestro mexicanísimo director de cine el “Indio”
Fernández, allá por el año de 1947, reuniera a Don Pedro Armendáriz, a Doña
María Elena Marqués, al internacional Alfonso Bedoya y a la no menos guapa
Columba Domínguez, entre otros, para que llevaran sus arreos a las playas de
Guerrero y plasmaran en el celuloide estas dramáticas actuaciones a través de
la lente de Don Gabriel Figueroa.
Amigos, la película está de película. La recomendación de nuestro amigo Rubén
Piña, es que vean este clásico del cine nacional; verdaderamente lo van a
disfrutar y tendrán tema para platicarlo a la hora de la familia, para omitir
un poco las noticias de los malhechores que llegan de Guatemala. Ya lo
dijo Don Emilio Fernández: “El aumento en los divorcios se debe al uso
de las camas individuales”.
¡Ánimo ingao…!
Con
el respeto de siempre Julio Contreras Díaz
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