Desde el Aula
En otras ocasiones y en este
mismo espacio me he ocupado del tema de los jóvenes. He dejado expuesta la
preocupación por la vulnerabilidad de este importante sector de la población y
por la notoria ausencia de políticas públicas que promuevan su desarrollo y
participación. Víctimas de los profundos cambios de una sociedad frenética y de
las modernas tecnologías de la comunicación que promueven el aislamiento, el
vacío y la soledad, viven los jóvenes expuestos a muchos peligros y los desafíos
que deben enfrentar, son enormes.
Paradójicamente, esta
sociedad convulsa necesita la participación, el vigor, el entusiasmo, la
visión, la energía, los ideales, la generosidad… la solidaridad de los jóvenes,
por eso, lo he sostenido aquí, en otros momentos, que una sociedad que no
procura a sus jóvenes, es una sociedad que no puede aspirar a un presente de
desarrollo, menos a un futuro cierto.
El tema es de suyo
importante, tanto que la propia Organización de las Naciones Unidas, en el año
de 1999, declara mediante resolución con número 54/120I, el 12 de agosto como
día internacional de la juventud, y emite una serie de recomendaciones para
desarrollar políticas en temas prioritarios con el propósito de mejorar las
condiciones de precariedad en que viven millones de jóvenes. Es precisamente en
este marco en que se da la reflexión. Vale que sociedad y gobierno revisen su
actuación con respecto a la atención brindada a la juventud. Importante que
desde el seno de la propia familia nos concedamos un espacio, para que en un
ejercicio crítico, ponderar la relación y la comunicación que establecemos con
nuestros propios jóvenes. Lo adelanto, con honestidad tendremos que aceptar una
realidad dolorosa de la cual debemos tomar plena conciencia si es que queremos
concedernos la posibilidad de sobreponernos a ella.
Vea usted si no. El número
de muertes violentas que se registran en Veracruz es por desgracias, alarmante.
De ellas, la inmensa mayoría son de jóvenes. Según estadísticas oficiales, de
la población interna en los reclusorios, también la mayoría son jóvenes,
conclusión: los muertos y los presos los pone la juventud.
En contra parte, quienes
tienen la oportunidad de acceder a las instituciones públicas de educación
superior, son los menos y aun cuando pareciera que hay muchas opciones en
instituciones privadas, incluso virtuales, muchas ofrecen servicios de calidad
dudosa y las de prestigio reconocido, resultan inaccesibles para el común de
los jóvenes, así, se abren brechas muy difíciles de zanjar, y a la postre,
devienen en falta de oportunidades en el mercado laboral y en profundos
resentimientos.
En realidad, las opciones de
desarrollo y participación que se ofrecen a los jóvenes, son escasas y los
condenamos al ocio. Es común el cuadro deprimente de jóvenes durmiendo hasta
tarde en el día sin ilusión, sin oportunidades y sin un proyecto de vida. Como
sociedad ¿Qué podemos esperar de ellos?. Esta pregunta nos lleva a otra ¿Qué
les hemos dado?.
Adiciones, caminos fáciles a
la vista, apologías del mundo delincuencial, van llenando los espacios que
desde la familia y la sociedad generamos, espacios donde muchos jóvenes, se nos
pierden.
Es tiempo. Nunca es tarde.
Desde el aula se debe
promover el desarrollo integral de los individuos.
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