Frio Infernal…
Por: José Ramón Flores Viveros
Estos fríos fuera de serie que hemos vivido en Coatepec en estos días, me han hacho recordar momentos de verdad escalofriantes en la montaña, con fríos bajo cero. Uno de ellos en el Chimborazo ecuatoriano. Eran las 2 de la mañana, cuando subíamos penosamente la pronunciada pendiente de esta montaña, con una temperatura infernal. Recuerdo que hubo un momento en que dejé de escuchar el movimiento del agua dentro de la mochila. Fue que se había congelado. Subir una montaña en esta circunstancia puede parecer un verdadero acto de locura, un suicidio planeado.
No tenía sensibilidad en los dedos de las manos ni de los pies. El riesgo de que se congelen es un hecho real. Además de que puede pasar inadvertido, recuerdo que mentalmente repasaba y me reprochaba, cómo fue que finalmente me encontraba en el Chimborazo, queriendo demostrar o demostrarme quien sabe qué demonios. Mientras toda esta novela se desarrollaba en mi cabeza, afortunadamente, seguíamos subiendo, fue cuando sufrí un ataque de pánico, que me paralizo al principio, para después comenzar a convulsionarme como si sufriera una crisis de epilepsia. Esto ocurrió en una parte casi vertical de la ruta y el miedo me cubrió como un pulpo, justo cuando el guía nos advirtió el riesgo de una feroz avalancha. Recuerdo que sentí la avalancha, como una fiera salvaje, que iba a surgir de la oscuridad para devorarnos.
Sin embargo la peor pesadilla fue siempre ese frio, que se metía hasta los huesos. Ricardo Torres Nava, relata en su libro ‘La conquista del Everest’, cuando escaló el Chimborazo, donde resalta la temible temperatura glaciar de la montaña más alta de Ecuador. Una valiente escaladora norteamericana del grupo que Ricardo guiaba, lloraba de dolor por el frio. Finalmente a golpe de sangre y lágrimas lograron la cumbre del Chimborazo. Ricardo siempre habla de esta alpinista con mucho orgullo y admiración.
Fue también para mí una experiencia inolvidable traer a México la cima más alta de los Andes Ecuatorianos. La disfruté mucho por las condiciones tan difíciles que tuvimos que enfrentar y también porque ya casi para llegar a lo más alto, estuvimos a nada de rodar por un precipicio, cuando José Luis Molina, resbaló en una zona muy expuesta y casi nos arrastra en una caída, que sin dudarlo hubiera sido mortal.
Ese frio infernal es, a la distancia, un gran recuerdo y una gran prueba que me sirvió también para conocerme un poco más a mí mismo. Fue un maestro…
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