En 1997 se publicó por primera vez el libro “Harry Potter y la piedra filosofal” una historia que cuenta las aventuras de un aprendiz de hechicero para defender su mundo mágico en compañía de sus amigos. Siendo ésta la primera entrega de una serie que abrió camino a toda una cultura y estilo de vida donde la fantasía y la magia eran los protagonistas, permitió al público tener entre sus manos a una de las series literarias más queridas de finales del siglo XX.
Cuando estos libros ya formaban parte de muchas librerías caseras se empezaron a producir las películas basadas en esta historia y en el año 2001 vio la luz el primer filme homónimo, llegando así a todos los rincones del mundo.
Como muchas historias literarias, Harry Potter mezcla elementos reales con fantasía, los conceptos de magia y ciencia se entrelazan para crear un universo especial con seres legendarios y hechos increíbles. Uno de los temas centrales es el tema de la piedra filosofal, un objeto que es capaz de convertir cualquier metal en oro y proveer del elíxir de la juventud eterna. Si bien este concepto no es propio de la serie sí conserva la esencia de lo que en realidad se trata.
La alquimia fue una disciplina en la que muchos personajes invirtieron tiempo y recursos, tanto aficionados como verdaderos experimentadores y científicos se dieron a la tarea de encontrar aquello que pudiera regalarnos oro. Los procedimientos y recetas para lograr “inventar” a la famosa piedra, iban desde mezclar ingredientes comunes hasta las más extrañas ocurrencias como fluidos corporales; una de las predilectas fue la orina.
En el siglo XVII Hennig Brand, un comerciante, soplador de vidrio y alquimista aficionado descubrió el fósforo, un elemento químico fundamental para los seres vivos, el descubrimiento de este elemento se dio mientras calentaba orina durante mucho tiempo, los vapores que salieron de la sustancia ya espesada provocó que se desbordara un líquido que ardió en llamas al contacto con el fuego, parte de este líquido lo pudo reservar y al enfriar, al solidificarse mantenía un resplandor verdoso; este hecho sorprendió a muchas personas en esa época puesto que el brillo se mantenía constante, hoy en día es el efecto que producen los objetos fosforescentes (de allí el nombre), lo podemos ver en los indicadores de salidas de emergencia y en los apagadores de luz.
El fósforo, debido a su naturaleza reactiva e incendiaria se utiliza para la fabricación de cerillos, como todos sabemos, un cerillo (también llamado fósforo) tiene una cabeza con un material que al friccionarlo produce una pequeña reacción que lo quema produciendo así un “fuego portátil”, este invento ha sido tan revolucionario que a pesar de los siglos que lleva en la historia lo seguimos utilizando casi sin ninguna modificación.
Resulta curioso el procedimiento que llevó a cabo Hennig Brand desde la elección de la orina para experimentar, hasta el resultado de la misma, en el sentido de que al final del proceso se formaba un residuo salino que él descartó; necesitó 5,500 litros de orina para producir 120 gramos de fósforo; pero en el residuo descartado se encontraba la mayor parte de los fosfatos (moléculas formadas principalmente de fósforo), de haber procesado la parte eliminada pudo haber obtenido de diez a cien veces más. Un litro de orina contiene aproximadamente 1.4 gramos de sales de fósforo de los que más o menos 0.11 gramos serían fósforo puro.
Tal vez no fue oro, pero sin duda el fósforo ha sido un descubrimiento de mucho valor para la humanidad, tal vez en las aventuras de Harry Potter podemos ver los hechos fantásticos que nos maravillan porque están llenos de imaginación pero de nuevo, la vida real nos enseña que no está tan apartada de una buena historia de magos.
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