Hasta el final con dignidad.-
Las estadísticas muestran que en México, al igual que en otros países, el grueso de la población tiende envejecer, lo que significa que no está lejos el tiempo de convertirnos en una sociedad conformada en su mayoría por personas mayores.
En general, poca conciencia se tiene de ello, tan es así, que ni en lo individual ni socialmente se asumen medidas eficaces para hacer frente a la compleja problemática que tal situación implica; tampoco se ven políticas públicas de largo aliento que garanticen condiciones mínimas para que la población mayor tenga condiciones de vida digna.
Los sistemas pensionarios presentan claros signos de agotamiento, los retos financieros que tienen que asumir son formidables, y más allá de los discursos con mucha demagogia y más afán clientelar, los programas que aplica el gobierno para el adulto mayor, poco resuelven y la cobertura y calidad de los servicios de salud siguen siendo insuficientes.
Puede resultar utópico, aunque no imposible, esperar que cada individuo y cada familia se prepare sistemática y ordenadamente para la llegada inexorable de la vejez, cultivando valores como la solidaridad y el respeto, construyendo espacios físicos adecuados, fomentando la cultura de la previsión y el ahorro, además de procurar llevar una vida sana.
Por fortuna, hay esfuerzos colectivos orientados a tal propósito. Conozco a un grupo, principalmente de maestras, académicas destacadas, que trabajan en el desarrollo de un proyecto para contar con espacios confortables dónde vivir en comunidad con amplias oportunidades de recreación. Bien por ellas.
Ni una más.-
Otra realidad que lastima es el flagelo de la violencia contra la mujer. A pesar de los muchos esfuerzos que se hacen desde las instancias propias del gobierno, de colectivos, e instituciones no gubernamentales, el número de mujeres violentadas sigue siendo alarmante.
Ante la preocupación por este vergonzoso fenómeno, alguien recomienda, creo que de buena fe, una especia de toque de queda para las mujeres, sugiriendo que es en los espacios públicos y a determinadas horas, donde hay más proclividad para este tipo de violencia. Tal propuesta parece perder de vista que por desgracia, muchos casos de agresión contra mujeres se dan en la intimidad del hogar, vaya paradoja, el espacio que debiera ser más seguro, convertido en un escenario donde tiene lugar los actos más atroces.
De nueva cuenta frente a un tema que tiene que ver con el estado de derecho. Se requiere una cultura de la denuncia y cero impunidad, aunque realmente la calve está en la educación.
Empecemos por nuestro entorno inmediato a fin de no permitir que en el ámbito de interacción, haya lugar para ejercer violencia contra la mujer.
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