Cerca del Cielo.
Por: José Ramón
Flores Viveros.
Nemo y el nido de víboras.
“Es curioso que la vida, cuanto más vacía, más pesa”.
León Daudi, escritor español.
Todos identificamos
casi de inmediato al simpático personaje de la película infantil “Nemo”, cuyo
nombre científico es pez payaso o también pez anémona. La vida de Nemo es muy
interesante, ya que se desarrolla y reproduce entre los tentáculos venenosos de
la anémona de mar.
Se dice que es como
vivir de manera permanente en un nido de serpientes. Sin embargo este aparente
suicidio planeado del pez payaso, tiene una explicación lógica y hasta sensata.
El pez payaso no es buen nadador, y la presencia de la anémona, intimida y ahuyenta
a sus depredadores naturales y a cambio Nemo hace las funciones de
“Guardaespaldas” de la anémona, ya que lo defiende también de su depredador por
excelencia que es el pez mariposa, que se alimenta de sus tentáculos. El pez
payaso también le proporciona energía a su anfitriona .El amonio que expulsa
estimula el crecimiento de la anémona. Y con sus movimientos entre los
tentáculos le suministra agua cargada de oxigeno. El pez payaso cumple su
función de reproducción, depositando sus huevos en la base del “Nido de
serpientes”.
“La colaboración
entre dos seres tan diferentes nos da una lección fascinante de lo que
significa trabajar en equipo. Muchas personas de culturas y antecedentes
distintos, consiguen grandes hazañas al unir sus recursos. Igual que le pasa al
pez payaso, a veces nos puede tomar algo de tiempo adaptarnos a trabajar con
otras personas, pero los resultados bien valen la pena”. (Revista ¡Despertad! 2016).
Todo lo anterior me
recuerda perfectamente, una experiencia muy intensa, que viví escalando el
Huascarán de Perú, la montaña más alta de los Andes Peruanos. Montaña muy
difícil y complicada, que ha cobrado muchas vidas. Muchos alpinistas le han
rendido culto, con sus vidas. Apenas el año pasado, murieron de manera trágica,
dos alpinistas mexicanos originarios de Chihuahua. Una feroz y mortal avalancha, los desintegro prácticamente
en una zona llamada “La Garganta”, que es donde converge la Cumbre Sur con la Norte.
Ahí exactamente también toneladas de nieve, hielo y hasta rocas, con frecuencia
desembocan con una fiereza natural. Barriendo con todo lo que encuentran a su
paso.
En “La Garganta”, a
más de 5000 metros, fue donde pudimos llegar desde el campamento base. Después
de subir prácticamente todo el día, el sol estuvo implacable, aumentando el
desgaste físico. Fue un ascenso de autentica pesadilla para mí. Como a las 6 de
la tarde, cuando ya casi oscurecía por completo, podíamos distinguir las luces
de otras expediciones, que ya armaban sus
campamentos para pernoctar. Aun nos faltaba como una hora para llegar a
donde también acamparíamos. Iba arrastrando prácticamente mi existencia, y me
comencé a quedar rezagado del grupo. Uno de los porteadores peruanos, un
humilde campesino que conseguía ganarse la vida, ayudando como cargador de la
agencia que nos guiaba. Originario de Musho, se regresó y me dijo “¡Don Ramón,
tire su mochila, aquí déjela, yo regreso más tarde por ella!”
El gesto de este
humilde personaje, hasta el día de hoy sigue siendo un gran ejemplo de solidaridad.
Seguí subiendo, ya sin el peso de mi mochila, fue un gran alivio, aunque definitivamente,
no estaba en condiciones de seguir escalando el Huascarán. Más tarde cuando ya
casi oscurecía por completo, el peruano dejo todo lo que cargaba, y se perdió
en la oscuridad al ir bajando, lo hizo con un entusiasmo y una energía dignas
de respeto y admiración. Iba por mi mochila. La acción del peruano, fue un acto
espontaneo de bondad, que el día de hoy aún recuerdo con mucho cariño. Cuán necesitado está el planeta de este tipo de gente.
De Nemos y anémonas.
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