lunes, 14 de agosto de 2017


Cerca del Cielo.
Por: José Ramón Flores Viveros.
Nemo  y el nido de víboras.
“Es curioso que la vida, cuanto más vacía, más pesa”.
                      León Daudi, escritor español.

Todos identificamos casi de inmediato al simpático personaje de la película infantil “Nemo”, cuyo nombre científico es pez payaso o también pez anémona. La vida de Nemo es muy interesante, ya que se desarrolla y reproduce entre los tentáculos venenosos de la anémona de mar.

Se dice que es como vivir de manera permanente en un nido de serpientes. Sin embargo este aparente suicidio planeado del pez payaso, tiene una explicación lógica y hasta sensata. El pez payaso no es buen nadador, y la presencia de la anémona, intimida y ahuyenta a sus depredadores naturales y a cambio Nemo hace las funciones de “Guardaespaldas” de la anémona, ya que lo defiende también de su depredador por excelencia que es el pez mariposa, que se alimenta de sus tentáculos. El pez payaso también le proporciona energía a su anfitriona .El amonio que expulsa estimula el crecimiento de la anémona. Y con sus movimientos entre los tentáculos le suministra agua cargada de oxigeno. El pez payaso cumple su función de reproducción, depositando sus huevos en la base del “Nido de serpientes”.
“La colaboración entre dos seres tan diferentes nos da una lección fascinante de lo que significa trabajar en equipo. Muchas personas de culturas y antecedentes distintos, consiguen grandes hazañas al unir sus recursos. Igual que le pasa al pez payaso, a veces nos puede tomar algo de tiempo adaptarnos a trabajar con otras personas, pero los resultados bien valen la pena”. (Revista  ¡Despertad! 2016).
Todo lo anterior me recuerda perfectamente, una experiencia muy intensa, que viví escalando el Huascarán de Perú, la montaña más alta de los Andes Peruanos. Montaña muy difícil y complicada, que ha cobrado muchas vidas. Muchos alpinistas le han rendido culto, con sus vidas. Apenas el año pasado, murieron de manera trágica, dos alpinistas mexicanos originarios de Chihuahua. Una feroz y  mortal avalancha, los desintegro prácticamente en una zona llamada “La Garganta”, que es donde converge la Cumbre Sur con la Norte. Ahí exactamente también toneladas de nieve, hielo y hasta rocas, con frecuencia desembocan con una fiereza natural. Barriendo con todo lo que encuentran a su paso.
En “La Garganta”, a más de 5000 metros, fue donde pudimos llegar desde el campamento base. Después de subir prácticamente todo el día, el sol estuvo implacable, aumentando el desgaste físico. Fue un ascenso de autentica pesadilla para mí. Como a las 6 de la tarde, cuando ya casi oscurecía por completo, podíamos distinguir las luces de otras expediciones, que ya armaban sus  campamentos para pernoctar. Aun nos faltaba como una hora para llegar a donde también acamparíamos. Iba arrastrando prácticamente mi existencia, y me comencé a quedar rezagado del grupo. Uno de los porteadores peruanos, un humilde campesino que conseguía ganarse la vida, ayudando como cargador de la agencia que nos guiaba. Originario de Musho, se regresó y me dijo “¡Don Ramón, tire su mochila, aquí déjela, yo regreso más tarde por ella!”

El gesto de este humilde personaje, hasta el día de hoy sigue siendo un gran ejemplo de solidaridad. Seguí subiendo, ya sin el peso de mi mochila, fue un gran alivio, aunque definitivamente, no estaba en condiciones de seguir escalando el Huascarán. Más tarde cuando ya casi oscurecía por completo, el peruano dejo todo lo que cargaba, y se perdió en la oscuridad al ir bajando, lo hizo con un entusiasmo y una energía dignas de respeto y admiración. Iba por mi mochila. La acción del peruano, fue un acto espontaneo de bondad, que el día de hoy aún recuerdo con mucho cariño. Cuán  necesitado está el planeta de este tipo de gente. De Nemos y anémonas.

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