DESDE
EL AULA
Profesor Julio Hernández Ramírez
Mi
niña ya cumple catorce, comenta con orgullo. La emoción ilumina su semblante
con esa expresión que solo el ambiente bucólico puede generar. Habrá fiesta
para mi princesa en sus “quince”, dice, me estoy preparando para la ocasión,
con mis ahorros ya compré un becerro bien chulo, lo voy a poner como de 600
kilos para la barbacoa y el consomé, con eso la armo.
Le
robaron el becerro. Lo dejó persogado en su parcela, y al día siguiente cuando
fue a cambiarlo de persoga ya no lo encontró. Se me ha de haber soltado y por
ahí debe de andar, pensó; lo buscó por caminos y veredas, preguntó aquí y allá
en los pueblos aledaños pero fue inútil, no apareció. La impotencia y el coraje
tensaron su cuerpo enjuto por el trabajo rudo, pero no se le vio desesperado.
Tengo “norte” de quiénes se lo llevaron, son de “aquellos” comentó. Mi niña me
anima, me dice que no me preocupe que no hagamos nada, pero no, voy a engordar
cochinos, de que hay fiesta, la hay, por unos “jijos…”, no voy a privar de un
gusto a mi princesa.
Es
la víspera. Padres e hija recorren el pueblo casa por casa invitando sin
distingos a los “quince” que serán en el salón ejidal, donde están las puertas
abiertas para todos. Se disculpan anticipadamente porque es “una fiesta muy
sencilla”.
Llegó
el día. Previa a la fiesta, la misa de acción de gracias, inusual en mí,
participo en la celebración religiosa. Hay mucho acompañamiento, se comenta en
voz baja, discretamente paso la mirada para constatar la nutrida asistencia y
de pronto la vi, estaba ahí, erguida como siempre la “Muñeca”. Un torrente de
recuerdos asaltaron mi mente y me transportaron a los años mozos de mi vida.
Sí, pensé, “La Muñeca”, ataviada con vestido azul, cuidadosamente maquillada,
su rostro ajado con profundas arrugas aun entre las cuales se vislumbra la
belleza que en otro tiempo provocó envidias y pasiones. La muñeca, con doce
hijos, en la fiesta de su nieta quinceañera. Su mirada fija parece vidriosa. Mi
mamá se echa sus tragos, hace saber la indiscreción de uno de sus hijos.
Son
las cinco de la mañana. Entre sueños oigo el trajín de mi mamá en la cocina.
Tararea una canción que acompaña con el rítmico aplauso al hacer las tortillas.
El olor de humo de leña inunda la modesta vivienda, me doy vuelta y me vuelvo a
dormitar. Oigo la voz aguda de mi tío, quedado y solterón. Son las cinco y
media de la mañana y llega a desayunar porque a las seis, no puede perderse en
noticiario radiofónico de la “U” de Veracruz.
Es
un parlanchín, habla y habla. Mi hermano tiene problemas en su casa, comenta.
Está loco por la muñeca, ya no sale de allá. Lo interrumpe mi mamá con un “hijo
ya está listo el bastimento, ya levántate”. Tengo catorce años. A las seis de
la mañana solo quiero seguir durmiendo. Con todo, tiempos de esperanza, de
ilusiones y felicidad…
*** Un saludo fraterno y
solidario a todos quienes integran el SETSE, con motivo de celebrar el 55
aniversario de la fundación de tan importante organización magisterial. Un
reconocimiento especial a la Profra. Acela Servín Murrieta.
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