lunes, 14 de agosto de 2017

EDITORIAL

Veracruz es un gran estado. Cuenta con una geografía de privilegio y los aportes que ha prodigado a la nación son extraordinarios. Poseedor de una vasta historia enriquecida con episodios históricos, definen el verdadero perfil del común de sus habitantes. Cuna de destacados políticos e intelectuales, ha dado a la república presidentes de la talla de Miguel Alemán Valdés y Adolfo Ruiz Cortines, este último, internacionalmente reconocido como hombre íntegro, honesto a carta cabal y republicano. Sorprendió a propios y extraños, dando nota incluso en la prensa extranjera, cuando en una convención de estados en un país sudamericano, se le vio a primera hora dando lustre a su calzado en un aplaza pública, naturalmente sin séquito de guaruras y lambiscones; hombre más de acción que de palabras, de manera anecdótica se cuanta que cuando hacía alguna declaración, la nota en las primeras planas era: “El presidente habló”.


Veracruz ha visto nacer a ideólogos como don Jesús Reyes Heroles, presidente nacional del partido que tejió el entramado institucional en que hoy se soporta el país. No es casualidad que haya sido precisamente en Veracruz donde se promulgan las Leyes de Reforma y donde don Venustiano Carranza establece su propio gobierno. Es en Veracruz donde se defienden las instituciones republicanas y se lucha contra los invasores.

Hoy, la historia de Veracruz es otra, es una historia triste, damos vida a un episodio sombrío, la nota que generamos es del escándalo y la frivolidad. Los ciudadanos percibimos de parte del gobierno incapacidad para hacer frente al flagelo de la inseguridad y para detonar el potencial económico que nos catapulte, superando los vergonzosos últimos lugares en crecimiento.


Sí, nuestra realidad actual es distinta y difícil. Aun así, debemos confiar en que superaremos este trance, lo haremos con la participación ciudadana propositiva y crítica, una ciudadanía que defienda las instituciones democráticas, las libertades públicas, los derechos humanos, la igualdad ante la ley y la cultura de la legalidad, para conjurar los afanes de perpetuidad concebidos a la luz de las doctrinas de Maquiavelo, que recomienda al príncipe instaurar un régimen de terror y que seguramente inspiraron también a personajes siniestros como Robespierre o Stalin, que desde luego se corresponden a otras épocas. Actualmente le apuesta es a la concordia, al trabajo en equipo, a la empatía de la autoridad con las cusas ciudadanas, al actuar con criterio justo dentro del marco del estado de derecho, pues solo así, tendremos la emoción y la iniciativa para sacar a este gran estado del enorme bache en que se encuentra.

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