DESDE
LA FINCA
Cuando la naturaleza se
encabrona.- Para los que viven y trabajan en el lomas y
laderas del fértil campo de la región, esos seres extraños que pasan
desapercibidos e ignorados para la mayoría de la gente, esos a los que de
manera despectiva se les dice “chorreados”; pero son esos los que aman verdaderamente
la tierra porque valoran su generosidad, son los que conocen sus sentimientos y
sus costumbres, que la han visto florecer y llorar. Esos, como el viejo
Cortador, que nacieron de su vientre y se alimentaron de su seno; ven con
preocupación cómo está de deteriorada la madre naturaleza. Conocen el
comportamiento del clima desde que nacieron, son los mejores meteorólogos,
geólogos y científicos pragmáticos. Saben de las mejores fechas para sembrar,
conocen las temporadas de lluvia, predicen cuando el sol se enfurece y cuando
el viento hace bromas pesadas. Esos son los más preocupados, sin saberlo, por
el deterioro ambiental y el calentamiento global, que no solo están pasando las
facturas, sino las cuentas y las deudas. El Viejo curtido más por el tiempo y
el clima, reflexiona en voz alta para que el nieto, que le ha acompañado
durante las vacaciones, aprenda a defender a la naturaleza: “Cómo me acuerdo
cuando de chamaco, teníamos quince días de neblina en invierno, era una nube
blanca que te dejaba ver a 20 metros, teníamos semanas enteras de chipichipi;
desde todos santos hasta reyes.
Ahora no tenemos ni neblina, ni chipichipi, ni
inverno. Las lluvias llegaban cuando tenían que llegar y se iban cunado se
tenían que ir. Nos visitaba una granizada justo en los primeros aguaceros de junio.
El viento juguetón se iba convirtiendo en ventarrón cada vez más frio cuando
ayudaba a los árboles a cambiar su imagen. Luego llegaban los duros fríos que
nos mandaban a permanecer cerca del fogón. Pero a la hora exacta, se renovaba
la vida en una explosión de colores, trinos y gorjeos. Eran ciclos perfectos
que nos enseñó el tiempo y que no fallaban. Pero ahora todo ha cambiado, ya no
hay estaciones, el sol nos tuesta, el aire nos tumba y la lluvia nos mata. Es
por eso que la tierra está resentida y deteriorada, está dañada y hará lo
posible por sobrevivir. Acosta de lo que sea”. El pequeño chiquillo abría
tremendos ojotes porque nunca había visto a su abuelo tan triste, preocupado y
hasta muino. Y todo empezó porque salieron a recorrer la finca luego del paso
del “Franki” que oyó que estuvo rete duro, como nunca. Es la primera vez que
escuchó al “Tata” aventar al aire tantas maldiciones. Porque vio que los ríos
reventaron, algunos cerros se desgajaron y muchas matas de plátano y de café y
también viejos árboles amanecieron tirados. Lo escuchó decir lo pendejo que nos
vemos al agredir a nuestra madre. Lo desgraciado de los gobiernos que no se
preocupan por hacer leyes que eviten la tala inmoderada para la creación de
nuevos fraccionamientos. Hasta mentadas de madre aprendió porque las repitió
varias veces contra talamontes, fraccionadores, contaminadores, pesticidadores,
tirabasuradores, y gobiernos corruptos e
ineptos que nos saben una chingada y les importa madres que la naturaleza se
esté deteriorando. “Abue, mejor échate tu aguardientito porque te veo preocupadito”.
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