lunes, 14 de agosto de 2017

DESDE LA FINCA


Cuando la naturaleza se encabrona.- Para los que viven y trabajan en el lomas y laderas del fértil campo de la región, esos seres extraños que pasan desapercibidos e ignorados para la mayoría de la gente, esos a los que de manera despectiva se les dice “chorreados”; pero son esos los que aman verdaderamente la tierra porque valoran su generosidad, son los que conocen sus sentimientos y sus costumbres, que la han visto florecer y llorar. Esos, como el viejo Cortador, que nacieron de su vientre y se alimentaron de su seno; ven con preocupación cómo está de deteriorada la madre naturaleza. Conocen el comportamiento del clima desde que nacieron, son los mejores meteorólogos, geólogos y científicos pragmáticos. Saben de las mejores fechas para sembrar, conocen las temporadas de lluvia, predicen cuando el sol se enfurece y cuando el viento hace bromas pesadas. Esos son los más preocupados, sin saberlo, por el deterioro ambiental y el calentamiento global, que no solo están pasando las facturas, sino las cuentas y las deudas. El Viejo curtido más por el tiempo y el clima, reflexiona en voz alta para que el nieto, que le ha acompañado durante las vacaciones, aprenda a defender a la naturaleza: “Cómo me acuerdo cuando de chamaco, teníamos quince días de neblina en invierno, era una nube blanca que te dejaba ver a 20 metros, teníamos semanas enteras de chipichipi; desde todos santos hasta reyes.
Ahora no tenemos ni neblina, ni chipichipi, ni inverno. Las lluvias llegaban cuando tenían que llegar y se iban cunado se tenían que ir. Nos visitaba una granizada justo en los primeros aguaceros de junio. El viento juguetón se iba convirtiendo en ventarrón cada vez más frio cuando ayudaba a los árboles a cambiar su imagen. Luego llegaban los duros fríos que nos mandaban a permanecer cerca del fogón. Pero a la hora exacta, se renovaba la vida en una explosión de colores, trinos y gorjeos. Eran ciclos perfectos que nos enseñó el tiempo y que no fallaban. Pero ahora todo ha cambiado, ya no hay estaciones, el sol nos tuesta, el aire nos tumba y la lluvia nos mata. Es por eso que la tierra está resentida y deteriorada, está dañada y hará lo posible por sobrevivir. Acosta de lo que sea”. El pequeño chiquillo abría tremendos ojotes porque nunca había visto a su abuelo tan triste, preocupado y hasta muino. Y todo empezó porque salieron a recorrer la finca luego del paso del “Franki” que oyó que estuvo rete duro, como nunca. Es la primera vez que escuchó al “Tata” aventar al aire tantas maldiciones. Porque vio que los ríos reventaron, algunos cerros se desgajaron y muchas matas de plátano y de café y también viejos árboles amanecieron tirados. Lo escuchó decir lo pendejo que nos vemos al agredir a nuestra madre. Lo desgraciado de los gobiernos que no se preocupan por hacer leyes que eviten la tala inmoderada para la creación de nuevos fraccionamientos. Hasta mentadas de madre aprendió porque las repitió varias veces contra talamontes, fraccionadores, contaminadores, pesticidadores, tirabasuradores,  y gobiernos corruptos e ineptos que nos saben una chingada y les importa madres que la naturaleza se esté deteriorando. “Abue, mejor échate tu aguardientito porque te veo preocupadito”.

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