DESDE
EL AULA
Difícil
resulta ser el oficio de la apolítica, entendida esta, en el sentido más amplio
y puro del concepto; no me refiero a la grilla barata y arrabalera. Actualmente
la política se asocia con la corrupción y el abuso, no necesariamente es así,
cierto, hay políticos deshonestos, faltos de principios éticos, pero lo mismo
acontece con doctores, abogados, clérigos, etc., es decir, en cualquier oficio
se dan ejercicios buenos o malos.
Haciendo
abstracción de quienes se dedican a ella, la política es importante y necesaria;
cuando falla, estallan los conflictos.No obstante su desprestigio, llega a tal
extremo que muchos aspirantes a puestos de elección popular, pretenden falazmente
articular un discurso mediante el cual se manifiestan “apolíticos”, discurso
contradictorio, incongruente y mentiroso; escudarse en este sofisma equivale a
pretender un empleo de chofer cuando no se sabe conducir un automóvil.
Con
todo, algo de apasionante debe tener la política, pues quienes incursionan en
ella, se resisten a dejarla aun con todas las dificultades que implica,
actualizando el dicho popular de que “perro que come huevo, aunque le quemen el
chipo”.
He
tenido el privilegio de participar en contiendas electorales como candidato,
conozco la victoria y la derrota. Sé que ni una ni otra se dan de una vez para
siempre, en la experiencia propia he confirmado lo que Carlos Fuentes hace
decir a uno de los protagonistas de su libro titulado “Los años con Laura
Díaz”: “La derrota es huérfana y la victoria tiene cien padres”, pero es en la
primera que se conoce el carácter y temple de una persona.
Dicen
que para conocer lo que la sociedad piensa de ti, necesitas ser candidato en
una contienda política. Te conviertes en blanco favorito para muchos que te
hacen los señalamientos más inverosímiles, muchas veces sobre la bases de la difamación
y la calumnia; por paradójico que resulte, con frecuencia la guerra sucia es
fuente de atractivos dividendos electorales. Siempre he
procurado no tomar los ataques que se dan en la arena política como algo
personal, creo en cambio, que el que se lleva, se aguanta y el que no quiera
ver visiones que no salga de noche. Cuando esos ataques se dan de manera
sistemática y provienen de la misma persona, la connotación cambia, pues se establece
cuando menos la presunción de que alguien está tomando las cosas de manera
personal.
Es
lo que me acontece con un personaje que se regodea autoproclamándose como el
mejor alcalde que ha tenido nuestro municipio –alabanza en boca propia es
vituperio- pero luego, cuando se ha sometido al escrutinio ciudadano buscando
repetir en el cargo, ha recibido apabullantes y vergonzosa derrotas.
Calumniador y mentiroso, se presenta a sí mismo como el prototipo de la
honestidad cuando carece de autoridad moral y nadie le ha otorgado el
nombramiento de sensor. Patético. Olvida que cuando señala con índice acusador,
quedan cuatro dedos orientados hacia él. En invierno usa bombín simulando ser
un gran señor, cuando es la imagen viva
de la amargura que resulta de un pleito permanente con el mundo, hombre sin
criterio ni principios, la suya ha sido una historia de deslealtades, brincando
de un partido a otro, hoy adulador hasta la abyección, mañana acusador.
Encorvado por el peso de las frustraciones y las culpas.
Termino
con una cita del autor y obra antes invocados: “La mentira tiene muchos hijos,
la verdad existe solitaria y célibe, por eso la gente prefiere la mentira, nos
comunica, nos hace partícipes y cómplices. La verdad en cambio, nos aísla y nos
convierte en islas rodeadas de sospecha y envidia. Por eso jugamos tantos
juegos mentirosos. Para no soportar las soledades de la verdad”.
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