DESDE
LA FINCA
Niños Héroes y niños
heroicos.- O’ra que suspendieron las clases debido a la
peligrosidad de los ciclones, el nieto del viejo campesino acompañó a su abuelo
en el jacal.Alrededor del fogón que permanentemente arde en el bracero, donde nunca
faltan: la olla de frijoles, la olla de café, el molcajete de salsa y el pancle
de tortillas hechas a mano envueltas en una servilleta bordada y guardadas en
un jícaro;el chilpallate le cuenta al viejo que en su escuela les platicaron sobre
los Niños Héroes que murieron defendiendo su colegio militar que operaba en el
castillo de Chapultepec. ¿Conoces la historia, Abue? El viejo sabio, curtido
por el tiempo, todavía masticando un taco y bajándolo con un jarro de humeante
y aromático café, le platica. “Sí m’ijo, conozco es historia, pero yo conozco
otros niños que en la actualidad los podemos calificar como heroicos. He
conocido muchas generaciones de esos chiquillos que viven allá en mi tierra y
en otros lugares, en esos pueblitos escondidos allá en la montaña. Viven en ese
campo duro, sin comodidades, sin juguetes, sin televisión porque no hay luz
eléctrica, sin muchas cosas. Los he visto crecer. De hecho mis padres, cuando
niños, también fueron heroicos, y a toda la prole nos enseñaron a vivir con
trabajo, respeto y dignidad. Mi abuelo lo hizo con mi padre.
Así ha sido en
todos esos lugares del campo donde se carece de comodidades, pero no de
valores. Mi abuelo no tenía cultura, de haberla tenido habría sido de renombre.
No tuvo dinero, pero espiritualmente fue rico. El abuelo aparte de valores, le
dio a mi padre una inteligencia admirable. Muchas veces, cuando mi padre regresaba
fatigado de su duro trabajo en la finca, yo, sentado en sus rodillas y abrigado
con su zarape, con ojos expectantes, en silencio y maravillado, sin que el
sueño de niño me pudiera vencer, le oía sus cuentos que nunca he leído y jamás
volveré a escuchar. Hizo cuentos ejemplares sobre la honestidad, los valores,
el trabajo y el respeto. Después entendí que él, con una sabiduría excepcional
estaba educando a sus hijos, haciendo lo que tanto piden hoy a padres y
maestros, pues cada cuento era un ejemplo,una parábola. Era el narrador más
extraordinario que he conocido. No nos pudo dejar dinero a sus hijos, pero nos
dejó ejemplos de honradez, de saber ganarse honestamente la vida, de ser
serviciales, de carecer de ambiciones desmedidas. Nos enseñó una virtud que
jamás terminaré de agradecer: la de ser discretos, respetar a los demás y
guardar siempre las distancias. Él caminó a pie limpio desde su entrañable montaña
cargando el costal con café, naranjas, jinicuiles y todo lo que cosechaba. Que
caminó un día, dos o muchos más, tras filas de burros cargados de leña desde la
cañada y las barrancas. Pero formó a su prole con capacidad para subsistir
dignamente. Hoy hay muchos niños sin padre, crecen con la mamá,
que da la vida por sacarlos adelante. Hay otros que ni madre tienen. Pero
sobreviven. A veces aprendiendo lo impropio para tomar carreras en el lado
oscuro. Hoy las calles de las ciudades no solo tienen hijos sino nietos y
bisnietos. Los vemos limpiando parabrisas y vendiendo dulces siendo explotados
por abusadores. Esos niños, heroicamente sobreviven como pueden…
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