Cerca
del Cielo.
Por:
José Ramón Flores Viveros.
La
maldita y bendita fama.
“No pasas un solo día sin impactar el
mundo que te rodea”.
Jane Goodav.
Tengo
muy presente la primera vez que vi frente a mí al primer latino y primer
mexicano que conquistó el Everest. Cuando solo se tiene la oportunidad de ver a
las estrellas del deporte por televisión y los medios escritos, el impacto fue espeluznante.
Se perciben como seres de otro planeta. Al escucharlos hablar es otro impacto
para el sentido del oído. Cuando Joaquín Canchola nos presento a Mario Rizo y a
mí con el hijo favorito de Nueva Rosita, Coahuila, quedé en shock, no atinaba a
expresar nada. Uno jamás los imagina a nuestros ídolos con miedos y complejos
de la gente común como uno. Que experimenten resentimiento o envidia. La fama
es como una enfermedad del alma; al que no la sabe manejar, lo termina destruyendo.
Recuerdo algo que leí respecto a este tema, de El Santo, el legendario luchador
quien de manera chusca se reía de este asunto tan temible. “Sin mascara y
formado en la cola del cine con mi esposa, soy el tipo mas común y corriente
que se puedan imaginar”. Pelé dice que “la fama es una criatura que se puede
engullir de un solo bocado a quien no la sepa manejar”.
También
recuerdo en el puerto de Veracruz, cuando tuve la oportunidad de conocer en
persona al legendario jugador de Cruz Azul, Fernando Bustos “El gambetero
diabólico”, mi máximo ídolo hasta la fecha. Su actitud cuando le solicite
–pasmado totalmente- su autógrafo, fue de un total desenfado y sencillez digna
de admiración y respeto. También me toco vivir en carne propia la actitud
prepotente y brusca del portero Miguel “Gato” Marín, fue otra cosa, con la fama
haciendo estragos de su personalidad. Fiel a su nacionalidad, hasta cierto
punto grosero y brusco, se negó categóricamente a firmarme la fotografía de la
maquina celeste. Alguien a quien recuerdo muy gratamente también en aquella ocasión
en el puerto, es a Cesáreo Victorino, qué tipo tan sencillo y humano, la fama
no representaba nada para él. Le hacia los mandados.
El
alpinista Torres Nava es otro gran ejemplo de sencillez y humildad, dice con profunda filosofía y desenfado: “La fama es como una huella en la
nieve, que la ventisca borra en un solo instante”. Un servidor es el mejor
ejemplo de lo terrible que es subirse al tabique de que lo reconozcan a uno por
lo realizado. Recuerdo con mucha pena y absoluta vergüenza, que en una ocasión,
casi ignoré a un reportero, ya que en el mismo momento en que se disponía a
entrevistarme, también lo hicieron los de la televisión estatal. Cuando
concluyó, lo busqué con la mirada para hablar
con él, se había retirado con justificada molestia, ya que fue más que obvio
que le di prioridad a la televisora. Cada vez que recuerdo este episodio, me da
mucha pena y vergüenza conmigo mismo.
¿Qué
sucede cuando la trayectoria de un famoso se termina y se encuentra
entonces con la indiferencia y el olvido?
Porque si en sí, la vida es efímera, más de lo que imaginamos. La fama lo es
aun más. En un abrir y cerrar de ojos ni quien recuerde a quienes ocupaban las
paginas estelares de los periódicos, revistas de espectáculos, televisión. Ni
Pelé, ni Maradona, ni Hugo Sánchez se libran de la maldición del olvido, aun
sobre sus hazañas que nadie va a repetir ni igualar. Es un hecho que nadie en
la vida, en cualquier actividad, se prepara para la declinación, para la perdida
de facultades y del ocaso del organismo. Si para los que somos del común, nos
cuesta trabajo reconocernos en declive y sentirnos deprimidos por sentirnos
olvidados y relegados hasta por nuestra propia familia; qué traumático debe
significar experimentar estos mismos sentimientos para alguien que fue en su
momento el sol que iluminó nuestra Vía Láctea… o que al menos eso fue lo que parecía.
Mi
gratitud para el Ing. Arturo García por la gran oportunidad de la charla
ofrecida a sus alumnos de nivel secundaria de la escuela Calli. Por cierto
egresado de la facultad de agronomía de la Universidad Autónoma de Chiapas de
Villa Flores, misma Universidad donde también estudié.
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