lunes, 24 de julio de 2017

Cerca del Cielo.
Por: José Ramón Flores Viveros.
La maldita y bendita fama.
“No pasas un solo día sin impactar el mundo que te rodea”.
                                  Jane Goodav.
Tengo muy presente la primera vez que vi frente a mí al primer latino y primer mexicano que conquistó el Everest. Cuando solo se tiene la oportunidad de ver a las estrellas del deporte por televisión y los medios escritos, el impacto fue espeluznante. Se perciben como seres de otro planeta. Al escucharlos hablar es otro impacto para el sentido del oído. Cuando Joaquín Canchola nos presento a Mario Rizo y a mí con el hijo favorito de Nueva Rosita, Coahuila, quedé en shock, no atinaba a expresar nada. Uno jamás los imagina a nuestros ídolos con miedos y complejos de la gente común como uno. Que experimenten resentimiento o envidia. La fama es como una enfermedad del alma; al que no la sabe manejar, lo termina destruyendo. Recuerdo algo que leí respecto a este tema, de El Santo, el legendario luchador quien de manera chusca se reía de este asunto tan temible. “Sin mascara y formado en la cola del cine con mi esposa, soy el tipo mas común y corriente que se puedan imaginar”. Pelé dice que “la fama es una criatura que se puede engullir de un solo bocado a quien no la sepa manejar”.

También recuerdo en el puerto de Veracruz, cuando tuve la oportunidad de conocer en persona al legendario jugador de Cruz Azul, Fernando Bustos “El gambetero diabólico”, mi máximo ídolo hasta la fecha. Su actitud cuando le solicite –pasmado totalmente- su autógrafo, fue de un total desenfado y sencillez digna de admiración y respeto. También me toco vivir en carne propia la actitud prepotente y brusca del portero Miguel “Gato” Marín, fue otra cosa, con la fama haciendo estragos de su personalidad. Fiel a su nacionalidad, hasta cierto punto grosero y brusco, se negó categóricamente a firmarme la fotografía de la maquina celeste. Alguien a quien recuerdo muy gratamente también en aquella ocasión en el puerto, es a Cesáreo Victorino, qué tipo tan sencillo y humano, la fama no representaba nada para él. Le hacia los mandados.
El alpinista Torres Nava es otro gran ejemplo de sencillez y humildad, dice  con profunda filosofía  y desenfado: “La fama es como una huella en la nieve, que la ventisca borra en un solo instante”. Un servidor es el mejor ejemplo de lo terrible que es subirse al tabique de que lo reconozcan a uno por lo realizado. Recuerdo con mucha pena y absoluta vergüenza, que en una ocasión, casi ignoré a un reportero, ya que en el mismo momento en que se disponía a entrevistarme, también lo hicieron los de la televisión estatal. Cuando concluyó,  lo busqué con la mirada para hablar con él, se había retirado con justificada molestia, ya que fue más que obvio que le di prioridad a la televisora. Cada vez que recuerdo este episodio, me da mucha pena y vergüenza conmigo mismo.
¿Qué sucede cuando la trayectoria de un famoso se termina y se encuentra entonces  con la indiferencia y el olvido? Porque si en sí, la vida es efímera, más de lo que imaginamos. La fama lo es aun más. En un abrir y cerrar de ojos ni quien recuerde a quienes ocupaban las paginas estelares de los periódicos, revistas de espectáculos, televisión. Ni Pelé, ni Maradona, ni Hugo Sánchez se libran de la maldición del olvido, aun sobre sus hazañas que nadie va a repetir ni igualar. Es un hecho que nadie en la vida, en cualquier actividad, se prepara para la declinación, para la perdida de facultades y del ocaso del organismo. Si para los que somos del común, nos cuesta trabajo reconocernos en declive y sentirnos deprimidos por sentirnos olvidados y relegados hasta por nuestra propia familia; qué traumático debe significar experimentar estos mismos sentimientos para alguien que fue en su momento el sol que iluminó nuestra Vía Láctea… o que al menos eso fue lo que parecía.

Mi gratitud para el Ing. Arturo García por la gran oportunidad de la charla ofrecida a sus alumnos de nivel secundaria de la escuela Calli. Por cierto egresado de la facultad de agronomía de la Universidad Autónoma de Chiapas de Villa Flores, misma Universidad donde también estudié.

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