lunes, 17 de julio de 2017

EDITORIAL

Uno de los grandes desafíos que en un futuro nada lejano enfrentará la sociedad y el gobierno de nuestro país es la atención adecuada a la enorme y creciente población de la tercera edad. Según datos oficiales hay en México aproximadamente veinte millones de personas que rebasan los cincuenta años de edad, con una tendencia muy marcada para aumentar, pues según la misma fuente, hay cerca de quince millones de habitantes cuyas edades oscilan entre los cuarenta y cincuenta años de edad. Contar con infraestructura hospitalaria y el personal médico capacitado para brindar los servicios de salud especializados, con centros de recreación y esparcimiento, construir espacios públicos con características específicas para favorecer la movilidad de este tipo de población; constituye un reto de grandes proporciones, más cuando en realidad poco se está haciendo sobre el particular; pareciera que no hay conciencia de este fenómeno que por no verlo, deja de existir.

Lo dramático de esta realidad, está en el hecho de que la inmensa mayoría de estas personas no se prepararon, ni se están preparando para enfrentar la etapa de la vejez en condiciones de dignidad. Excluidos muchos del beneficio de una pensión decorosa que les garantice los mínimos necesarios. Otros más, dependiendo de los programas de asistencia social otorgados por el gobierno y que realmente al verse reducidos a verdaderos paliativos, muy lejos se encuentran de enfrentar el problema de fondo. Desafortunadamente muchos sobreviven en condiciones de incertidumbre, expuestos al infortunio, en el abandono, si acaso esperando la caridad de parientes e instituciones altruistas.
Hay quienes reprochan una supuesta falta de previsión que impidió que a lo largo de su vida productiva una persona constituyera un fondo de ahorro que le permitiera independencia y vida digna siendo ya adulto mayor. El reproche deviene por demás injusto ¿Cómo va a ahorrar un modesto trabajador que día a día batalla para sacar adelante a su familia en medio de grandes penurias?. No es un tema de cultura financiera, es un tema de realidad sofocante. Más que contar con excedentes para ahorrar las familias se ven en la necesidad de endeudarse para obtener lo estrictamente indispensable, poniéndose así en la órbita de un círculo vicioso muy difícil de romper.
No es ficción, es una realidad en espera de ser entendida y atendida. Políticas públicas que amplíen y fortalezcan los programas sociales en favor del adulto mayor, deben estar más allá de la mezquindades partidarias. Contenidos humanistas que atemperen los efectos del feroz neoliberalismo, vienen bien.
Conviene no olvidar que una sociedad que descuida a la niñez y a los ancianos, es una sociedad que navega sin brújula condenada a repetir historias infaustas.

En este contexto, la reforma a la ley del Instituto de Pensiones que promueve el gobierno del estado de Veracruz, da cuenta de un rumbo extraviado. Lastima y preocupa, pero como dijera la abuela: ¡Se los dije!

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