EDITORIAL
Uno de los grandes desafíos
que en un futuro nada lejano enfrentará la sociedad y el gobierno de nuestro
país es la atención adecuada a la enorme y creciente población de la tercera
edad. Según datos oficiales hay en México aproximadamente veinte millones de
personas que rebasan los cincuenta años de edad, con una tendencia muy marcada
para aumentar, pues según la misma fuente, hay cerca de quince millones de
habitantes cuyas edades oscilan entre los cuarenta y cincuenta años de edad.
Contar con infraestructura hospitalaria y el personal médico capacitado para
brindar los servicios de salud especializados, con centros de recreación y
esparcimiento, construir espacios públicos con características específicas para
favorecer la movilidad de este tipo de población; constituye un reto de grandes
proporciones, más cuando en realidad poco se está haciendo sobre el particular;
pareciera que no hay conciencia de este fenómeno que por no verlo, deja de
existir.
Lo dramático de esta
realidad, está en el hecho de que la inmensa mayoría de estas personas no se
prepararon, ni se están preparando para enfrentar la etapa de la vejez en
condiciones de dignidad. Excluidos muchos del beneficio de una pensión decorosa
que les garantice los mínimos necesarios. Otros más, dependiendo de los
programas de asistencia social otorgados por el gobierno y que realmente al
verse reducidos a verdaderos paliativos, muy lejos se encuentran de enfrentar
el problema de fondo. Desafortunadamente muchos sobreviven en condiciones de
incertidumbre, expuestos al infortunio, en el abandono, si acaso esperando la
caridad de parientes e instituciones altruistas.
Hay quienes reprochan una
supuesta falta de previsión que impidió que a lo largo de su vida productiva
una persona constituyera un fondo de ahorro que le permitiera independencia y
vida digna siendo ya adulto mayor. El reproche deviene por demás injusto ¿Cómo
va a ahorrar un modesto trabajador que día a día batalla para sacar adelante a
su familia en medio de grandes penurias?. No es un tema de cultura financiera,
es un tema de realidad sofocante. Más que contar con excedentes para ahorrar
las familias se ven en la necesidad de endeudarse para obtener lo estrictamente
indispensable, poniéndose así en la órbita de un círculo vicioso muy difícil de
romper.
No es ficción, es una realidad
en espera de ser entendida y atendida. Políticas públicas que amplíen y
fortalezcan los programas sociales en favor del adulto mayor, deben estar más
allá de la mezquindades partidarias. Contenidos humanistas que atemperen los
efectos del feroz neoliberalismo, vienen bien.
Conviene no olvidar que una
sociedad que descuida a la niñez y a los ancianos, es una sociedad que navega
sin brújula condenada a repetir historias infaustas.
En este contexto, la reforma
a la ley del Instituto de Pensiones que promueve el gobierno del estado de
Veracruz, da cuenta de un rumbo extraviado. Lastima y preocupa, pero como
dijera la abuela: ¡Se los dije!
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