lunes, 27 de julio de 2020

CULTURA: Carlos A. Carrillo

Carlos A. Carrillo, cuyo nombre completo fue Carlos Arturo Carrillo Gastaldi nació en la ciudad de Córdoba el 27 de julio de 1855; a la edad de un año, debido al triunfo de los liberales, su familia se tuvo que trasladar a la ciudad de Xalapa, donde Carlos pasaría toda su infancia y juventud. A los cinco años de edad ya sabía leer y escribir e ingresó a la escuela primaria. A los 13 años ingresó al Seminario Conciliar para estudiar Derecho y después de realizar prácticas profesionales en el Tribunal Superior de Justicia, Carlos A. Carrillo decidió no titularse en Derecho y dedicarse mejor a la educación de la niñez, para lo cual inició labores dentro del magisterio en el Instituto Pestalozzi, de la ciudad de Xalapa.


Fundó la escuela primaria Instituto Froebel, en la ciudad de Coatepec; lugar en el que comenzó a destacarse como un gran maestro, a pesar de no serlo de profesión, ya que en aquella época no existía esa carrera. 


Para propagar sus ideas innovadoras fundó el periódico semanal “El Instructor”. Posteriormente cerró el periódico y creó la revista educativa “La reforma de la escuela elemental”; dichas publicaciones fueron ampliamente reconocidas por el magisterio mexicano. En el año 1886 se fundó la Escuela Normal de Xalapa, siendo nombrado Director el maestro Enrique C. Rébsamen y Carlos A. Carrillo catedrático. Más adelante dirigió la escuela primaria anexa a la Escuela Normal de México.



Carlos A. Carrillo dejó plasmados pensamientos renovadores para la educación de nuestra niñez: “No, yo no comprendo al niño convertido en máquina para repetir pensamientos ajenos, siquiera sean los más brillantes de los más insignes pensadores; el niño quiere decir alma, inteligencia, corazón y vida, vida que aspira a la luz de la verdad, como la planta a la del sol”. También escribió: “Educar al niño no es embodegar en su cabeza frases que otro elaboró, y que para él carecen de sentido; no es vaciar en su memoria libros; es enseñarle a pensar por sí mismo, a discurrir él mismo, a expresar su pensamiento con palabras buscadas y combinadas por él mismo también, es, en suma, ejercitar todas las fuerzas de su espíritu, darle impulso para que recorra su camino, prestar alas a su actividad para que tienda el vuelo al cielo luminoso de la verdad para la que ha nacido”.

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