lunes, 23 de octubre de 2017

DESDE LA FINCA


Ya huele a tamales.- El movimiento en la finca es más movido en esta temporada. Los cortadores además de laborar en el jornal, al que le dedican más tiempo con entusiasmo y alegría, pues es cosecha y representa un ingreso adicional; andan además muy movidos porque ya viene Todo Santos. Desde los abuelos, estas fechas son solemnemente celebradas como si recibieran visitas. Y sí, llegan de visita aquellos parientes que ya se adelantaron en el camino.
“Vienen nuestros muertitos” Por eso es una fiesta grande, es todo un acontecimiento. El viejo cortador que ha visto muchas ofrendas y encaminado a muchos parientes y conocidos, recuerda: “Mi abuela, por estas fechas, ya había engordado un marrano pa’ los tamales. Ya encargaba la rama tinaja para poner la ofrenda y ya tenía comprado las veladoras y el incienso”. Para los que habitan en el campo, estas costumbres todavía se encuentran muy arraigadas. No así en la ciudad, donde los jóvenes de hoy están más influenciados por brujas y zombis. “Oye viejo”, con ingenuidad alguien pregunta: ¿Por qué se pone la ofrenda? El erudito labriego, testigo de muchos entierros, continúa filosofando en voz alta, asociando la vida y la muerte con la tierra y ponderando los valores arraigados de la gente del campo: “El campesino es una persona que "vive en su tierra" y para su tierra. Existe una relación tan profunda con la tierra donde nace, que se mantiene durante toda la vida. Los viejos abuelos nos enseñaron que la Tierra es un ser que siente y que está vivo. Ella nos da todo cuanto necesitamos para vivir y cuando nos vamos de este mundo, a ella le entregamos nuestro despojo material. Es por ello que los campesinos amamos el campo y agradecemos permanentemente a la Tierra su infinita bondad y su gran amor. La ofrenda, además de ser un símbolo de generosidad, de compartir con los que ya se fueron, también representa un símbolo de gratitud por la abundancia que recibimos de la tierra. Así a lo largo de los años, hemos aprendido a respetar a las montañas, los bosques, las selvas y los ríos y a convivir con los animales y vegetales de manera armoniosa. El campesino no puede vivir sin la relación personal y directa que sostiene con la Tierra y la naturaleza. Sin embargo, en los últimos tiempos hemos empezado a perder esta valiosa herencia de nuestros viejos abuelos y en muy poco tiempo hemos descuidado a la naturaleza, a tal punto que estamos poniendo en peligro la vida del planeta. Ya somos pocos los que ponemos ofrenda. Ya pocos se ocupan de agradecer y compartir”.  En esa reflexión, llena de sentimiento, recuerdos y tristeza por los que ya no están, se palpa el profundo espíritu de la relación del cosmos con la vida y la muerte. Las almas viven en otro plano y en determinadas condiciones se manifiestan. Todo Santos es una de ellas. Por eso en la ofrenda les ponemos la comida y la bebida que les gustaba. La profundidad del simbolismo se ha ido perdiendo. Agua, alimento, luz, flores, nueve niveles, incienso, sal, pensamientos… ofrenda generosa. A los muertos que han dejado este plano terrenal pero viven en nuestro recuerdo. Mientras los recordemos, siguen viviendo en nuestros corazones… y les seguimos ofrendando cariño. Como a la tierra… 

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