Hablando de Mujeres y tradiciones.- Como Úrsula Buendía, la de Cien Años de Soledad, la esposa del cortador ha visto pasar la vida desde la cocina, detrás del bracero y criando varias generaciones, y sabe que los ciclos se repiten. Más de sesenta años al lado del viejo campesino sabio, curtido por el tiempo y el trabajo, también le han dado sabiduría. Además de ser también autodidacta y de haber aprendido la ciencia desde su abuela, conocimiento considerado como sagrado. La abuela Margarita, lleva en sus ojos brillantes y en su amplia sonrisa la tradición de más de 80 años de conocimientos ancestrales. Con sabiduría y alegría, siempre tiene un mensaje de amor y espiritualidad que convida a conectarnos con nuestras raíces. Conoce los círculos del sol, de la tierra, de la luna, y otros rituales con los que cura de bilis, cuajo, espanto, empacho y ojo. Además de una herida, una lesión o una fiebre. Criada con su bisabuela curandera y milagrosa, la abuela Margarita es heredera de las tradiciones del pueblo apegado a sus costumbres. Activa en todo momento, no tiene tiempo para enfermarse. Nunca está quieta, pues cuando no cocina, cose, zurce, remienda costales, siembra, lava, plancha y enseña a las nietas parte de su sabiduría. Dos bisnietas de primaria siempre la acompañan y la cuidan. Las escucha hablar del teléfono celular y del internet, y con dulzura les comenta: “El mundo ahora es tecnológico. La Tierra está llena de tecnología y de industria pero hay muchas que la dañan. Y también la tecnología daña la mente de los pequeños. Un día nuestro amor a la Tierra nos volverá a unir y las abandonaremos, desaparecerán. Entonces la tecnología nos servirá para medir la distancia entre nuestras capacidades de clarividencia, intuición, poder de ubicuidad, con las de las computadoras y veremos que hay muy poquita distancia”. Nati y Sofi, con la alegría característica de la infancia y con la inocencia de la curiosidad le preguntan: “Abue, háblanos de la felicidad”. A lo que la pitonisa pragmática y oráculo de predicción, con dulzura le responde: “La felicidad es tan sencilla, consiste en respetar lo que somos, y somos tierra, cosmos y espíritu. Para ser feliz, hay que ser feliz con lo que nos tocó vivir; con nuestro cuerpo, nuestra familia, nuestro hogar. El secreto es amar la vida y amarse a uno mismo, a la familia y al trabajo. Ámate y valórate, porque nadie da lo que no tiene. Nacemos con 2 posibilidades: el amor y el miedo, y se trata de cambiar las emociones hacia al amor”. Y como no queriendo, tal vez por la fecha y por lo que escuchó en las noticias, prosigue: “Ah, y como mujercitas, deben entender que la mujer es la educadora de la humanidad y el cambio en el mundo viene a través nosotras. Éste se encuentra en el equilibrio de la energía femenina, cuando la mujer tome de nuevo su lugar, cuando encuentre su sitio y empiece de nuevo a amarse y valorarse, el hombre ocupará el suyo. El despertar femenino corresponde al corazón y afecta por igual a hombres y mujeres”. Y ya encarrerada, sin soltar el metlapile con el que aplasta la masa con fuerza sobre el metate, continúa: “Cuando entiendes quién eres, tus pensamientos se hacen realidad. Yo, cuando necesito algo, me lo pido a mí misma. Y funciona”. Las pequeñas embelesadas con la cátedra, observan cómo palmea las bolitas de masa para, una vez hechas tortilla, las coloca sobre el comal, que en breve tras dos vueltas se esponjan; no dudan en reconocerle su sabiduría diciendo: “Sabes mucho abuelita por tus años” A lo que la cabalista esotérica, complementa: “Las personas mayores son oro molido para la sociedad y es una época ideal para compartir experiencias y sabiduría. A la vejez la confundimos con enfermedad, soledad o tristeza y eso no es cierto. Se puede llegar a donde se quiera aunque más despacio que antes…”
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