lunes, 14 de octubre de 2019

Cerca del Cielo. Por: José Ramón Flores.



No hay montaña pequeña.-

Un axioma de teatro afirma que “no hay papel pequeño”. En el montañismo también aplica, y ello no es una cuestión de mediocridad. Cuando se tiene la oportunidad de subir alguna montaña en el extranjero, siempre hay quien piensa y comenta: “El Cofre lo debes de subir riendo verdad”; sin embargo, no es así. El Cofre de Perote no desmerece al subirlo. Recuerdo que estando en la Peña de esta montaña con unos amigos, resbalé y estuve a nada de caer, seguramente hubiera perdido la vida. Muchas veces, por considerar fácil la montaña se cometen errores infantiles.

En una ocasión a Ricardo Torres Nava, con mucha pena le pregunté si alguna vez había estado en el Cofre; tenía la seguridad de que el primer mexicano y latinoamericano en la cumbre del Everest me diría categóricamente que jamás y nunca. Pero no fue así. Intuyendo mi duda e incertidumbre, me dijo: “¡Claro que sí Ramoncito lo subí con la tía Olga, mi primera maestra de montaña!”. Su tono fue de respeto, que interpreté: para llevar matemáticas II, hay que cursar primero matemáticas I.

Lo comenté ya en alguna columna pasada, un alpinista extranjero, que había subido el Everest, se accidentó en el Pico de Orizaba. Se extravió al descender porque encontró un banco de bruma espesa que lo hizo perder la ruta. Sufrió una caída brutal que le costó la vida. Aunque creo que es importante decir, que las rutas no existen como tales. Muchas veces se puede seguir las huellas que van quedando en la nieve, o cuando también alguien va -de manera solidaria- incrustando pequeñas varillas en la nieve cada cierta distancia. Estas van determinando la ruta por donde se va subiendo. Pero fuera de esto, los guías siempre tienen que ir improvisando. Los guías deben de ser maestros de la improvisación.

Recuerdo un accidente en el Pico, cuando varios montañistas mexicanos rodaron desde el cono del volcán junto con una avalancha, avalancha que ellos mismos propiciaron. Había nevado copiosamente la noche anterior, al día siguiente subieron guiándose por las huellas de otro grupo, sin considerar la gran acumulación de nieve sobre los bordes del cono del volcán, misma que fueron apisonando al pasar sobre ella. Cuando bajaban tuvieron que haber cambiado de dirección, fue un error del guía, la nieve apretada se comenzó a ablandar por el calor solar. Los alpinistas con su peso quebraron la ya débil estructura de hielo.

Hubo varios alpinistas muertos; el guía Octavio Juárez no era ningún improvisado, Pero había cometido algunos errores que incidieron en lo que había ocurrido. Sin embargo, la montaña no tiene palabra de honor. Andrés murió años después escalando una peligrosa montaña de los montes Himalaya, víctima junto con Alfonso de la Parra de una feroz avalancha. La montaña se llama el Changabang.

Reinhold Messner, el mejor alpinista del planeta, dice de manera categórica: “Las montañas son peligrosas”. Es algo que no se considera cuando intentamos subirlas; además de no utilizar el equipo adecuado, recuerdo que llegué a subir el Pico de Orizaba con pantalón de mezclilla, cuya rigidez de este material quita movilidad. Es una total y absoluta falta de respeto a la montaña. Si hacer alta montaña con equipo adecuado es complicado, hacerlo de otra manera es una total pesadilla.

La ignorancia es otro factor que influye en los accidentes de alta montaña. Una familia se internó en el glaciar del Popo hace años. Cuando comenzaron a caminar, había sol y cielo despejado. Repentinamente el tiempo cambió de manera brusca, una bruma espesa los envolvió y víctimas de la desesperación, el hambre y el miedo, comenzaron a cometer error tras error. Anduvieron extraviados algunas horas, que les debieron parecer eternas. Reportados como desaparecidos, afortunadamente fueron encontrados a tiempo, solo con algunos golpes, deshidratados, pero vivos. Jamás hubieran podido sobrevivir una noche en las condiciones de ropa y de conocimiento de la montaña.

Si montañistas experimentados llegan a ser presas de una montaña relativamente fácil, imaginemos lo que ocurre con quien se interna en una montaña, pensando en un día de campo.

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