lunes, 14 de octubre de 2019

CON-CIENCIA De tal palo, tal astilla Por Sergio Jimarez



“Cuando yo tenía catorce años, mi padre era tan ignorante
que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno,
me parecía increíble lo mucho que mi padre había
aprendido en siete años.”

Mark Twain


La familia es el componente nuclear de la sociedad, la base de la formación de las personas y la educación primaria recae en esta misma; se puede asegurar que el progreso o fracaso de cualquier grupo social depende directamente de cómo fuimos educados y en cómo manejamos nuestra cultura.

Existen muchos factores por los cuales, los principales problemas de la actualidad nos acechan, vivimos un mundo muy tenso y el carácter como individuos parece ser más débil cada vez. Es por eso que los lazos que formemos con nuestra familia se deben robustecer, el cariño que brindemos como padres será utilizado como la principal defensa de nuestros hijos y dado que la mejor herencia que podemos dar es la educación, debemos ser atentos también a todo eso que nos brinden nuestros padres.

En 1906, fue galardonado con el Premio Nobel de Física Joseph John Thomson por su trabajo en la conducción de electricidad generada por los gases; esta investigación fue trascendente porque gracias a ella se pudo comprobar el comportamiento corpuscular del electrón, es decir, se sentaron las bases para asegurar que el electrón era una partícula. Thomson tuvo una vida científica muy prolífica, descubrió el electrón y propuso un modelo atómico llamado “El modelo del pudín de pasas”. Este modelo describía al átomo como un pudín donde la carga positiva era la masa y que los electrones (carga negativa) se encontraban dispersos por toda la carga positiva como si fueran las pasas de este postre.

Aunque este modelo pareciera muy sencillo y fácil de explicar, en la experimentación se pudo ver que la carga positiva se localizaba en una “zona compacta” y que la carga negativa era un tipo de corteza exterior, ante la imposibilidad de aclarar esta situación con el modelo atómico de Thomson, se propusieron, años adelante, otros modelos más apegados a la realidad como el del Rutherford y el de Bohr.

En 1892, Thomson tuvo un hijo llamado George Paget Thomson quien también se desempeñara como físico y que también fuera condecorado con el Premio Nobel de Física en 1937, sólo tres años antes de que su padre muriese. El trabajo de George Paget que le valió el galardón fue relativo a la difracción de electrones en cristales y la demostración de sus propiedades ondulatorias; investigación donde se establece y comprueba el comportamiento ondulatorio de los electrones. Esto significó que el trabajo de George frente al de su padre era algo totalmente opuesto, sin embargo, y de manera paralela se habían llevado a cabo muchas investigaciones que ya hablaban de este comportamiento dual, hoy en día es más que conocido el hecho de que las partículas sub atómicas y los fotones tienen un comportamiento corpuscular y ondulatorio al mismo tiempo.

El trabajo de estos dos científicos pareciera una curiosa ironía en el sentido de que en algún momento llevamos la contraria a nuestros padres y buscamos nuestra propia visión de las cosas, trabajamos por nuestra cuenta y regresamos exigiendo nos den la razón, o en otros casos, apenados de reconocer nuestras fallas. La lección que también esta historia nos regala es que la mejor guía que podemos tener es la de nuestros padres, si un hombre de bien guía a un niño, lo más seguro es que termine siendo otro hombre de bien.

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