martes, 19 de noviembre de 2019

EDITORIAL



El próximo miércoles, esteremos celebrando un aniversario más del inicio de la Revolución Mexicana. Pero pareciera que hemos olvidado para qué se hizo, para qué sirvió. No es solo motivo para un puente vacacional, o para organizar un desfile escolar, sino que hubo un gran movimiento social que dejó cerca de un millón de muertos, en el que se jugaba el destino de una nación libre, soberana y justa.

De 1910 a 1922, México se enfrascó en una cruenta lucha por la libertad, la democracia y la justicia social. Venía de sacudirse democráticamente la dictadura del General Porfirio Díaz que bajo el lema “orden y progreso”, condujo al país hacia una modernidad a la que la mayor parte de los mexicanos no podían acceder. En medio de esa condición de injusticias, se incubó la lucha por un México justo. Y con todo y que los revolucionarios se traicionaron entre sí, el país logró su propósito.

Tras la revolución, México se consolidó como república, basada en un sistema fuerte sostenida por instituciones que le han dado al país, orden, viabilidad, sustentabilidad, modernidad y progreso. Una república que con el paso de los años ha avanzado en materia democrática, aunque aún queda mucho por avanzar en el respeto de los derechos humanos. México sin duda es un país donde el Estado de Derecho motiva los esfuerzos cotidianos de todo el sistema, y significa una demanda permanente de los ciudadanos.

Actualmente el país atraviesa por un conflicto permanente, pues el sistema político se ha corrompido; y el problema es que el pueblo mexicano ha dejado de luchar contra ese mal endémico. A pesar de esa gran Revolución, a México le sigue doliendo su gran corrupción, su gran injusticia, su enorme desigualdad social, su dantesca lucha criminal, el no poder proveer a todos los ciudadanos de sus derechos humanos. A México le duele la forma en la que es gobernado por grupos políticos que piden el voto para saciar su ambición de poder y de dinero. Le duele la impunidad y la venganza. Le duele la sinrazón y el cinismo de una clase política que en su mayoría usa a los más desprotegidos para saciar su sed de poder.

México está siendo saqueado por la delincuencia organizada desde el poder. El país tuvo gobernadores que desviaron más de 100 mil millones de pesos para su peculio. Y no pasa nada. El campo dejó de producir los alimentos que consumimos. Ahora es más barato comprarlos que producirlos. Estamos infestados de comida chatarra y de tiendas de conveniencia, cuyas ganancias no se quedan en el país.

A 109 años de haber iniciado la gran Revolución, México ha vuelto a quedar postrado ante las injusticias sociales. Los pobres en México rebasan la cifra de 50 millones, y los que viven en extrema pobreza, son más de 11 millones de mexicanos. En contraste, el 1% de la población concentra el 43% de la riqueza en México.

La reflexión nos debe conducir a tomar una actitud responsable, pero decidida, firme, frente a esta deplorable condición social, agravada por los intereses políticos, económicos y sociales de aquellos que ven al país como botín.


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