Las cábulas.
En el intrincado laberinto del habla de un idioma, hay pequeñas cavernas más oscuras que un carbón y en ellas se hallan ocultas ciertas figuras de lenguaje. Con esta metáfora tan grandiosa como pavorosa, doy preámbulo al asunto que nos ocupará tres minutos.
En el extendido lenguaje popular de la ciudad de México, flor y mantequilla del habla mexicana, encontramos la palabra cábula.
Esta palabra tiene dos acepciones principales: hacer cábula o considerar una cábula cuyo objetivo es el logro de ganancia en juegos de azar. Conjetura e hipótesis de algo o un cálculo de manera supersticiosa.
La otra es artimaña, engaño, malicia, encubierta, trampa, ardid, disimulo y, emboscada.”. Una truhanería.
Y de esta acepción se deriva el vocablo a personificar a una persona que pasa a ser cábula, por disponer de los atributos necesarios de un truhan.
También se entiende así, la expresión ¡Es cábula, qué! cuando descubres el engaño. ‘Me estás cabuleando’, cuando te cuentan algo que no crees.
Pero la que a nosotros nos interesa es su significado como “Conjetura e hipótesis de algo o un cálculo de manera supersticiosa”, que es como se aplica en las apuestas: hipódromo, galgódromo, jai alai, bingo, máquinas tragamonedas, dados, póker, blackjack, etcétera.
Y con harta frecuencia, hay quienes aplican cábulas para cantidad de cosas, en la vida diaria, digamos.
Partamos de un ejemplo, en un hipódromo un apostador le dice a otro: ¿ya estudiaste el programa? El interpelado responde, no, esta carrera la voy a jugar por cábula.
Sigámoslos un momento. Entendemos que el amigo este la va a jugar a la suerte, porque no ha estudiado la información con la que se forma un pronóstico, con base en el cual se apuesta. Pero no, a la suerte no, va a jugar por cábula.
Es lo mismo por cábula que a la suerte, dirá usted, lector atento, pero aun siéndolo para nosotros dos, para nuestro apostador hay toda una creencia de diferencia.
Él va a apostar por cábula, va a mirar los números, buscará señales ocultas, jugará con las letras de los nombres de los caballos, armará un Tea Toe (#) y pondrá los números que se han elegido por cábula. A continuación, elegirá el del centro y el de la esquina inferior izquierda, ya está: 6B ‘Girahuevo’ y 10 ‘Donsiñor’.
¿Hubo un razonamiento en toda esta conducta del apostador? No. Esta persona, mujer u hombre, da igual, presume en su fuero interno que su mente y los sortilegios de una magia imaginaria, darán resultado.
Andar haciendo cábulas es una tendencia supersticiosa. Y como siempre, ¡oh gran mecanismo de conservación!, con una vez que le atinen, ya está, validada la cábula.
Con el fin de preservar el razonamiento asertivo.
¡Di no, a la cábula!.. ¡Aléjate de la gente cábula!
Esta palabra tiene dos acepciones principales: hacer cábula o considerar una cábula cuyo objetivo es el logro de ganancia en juegos de azar. Conjetura e hipótesis de algo o un cálculo de manera supersticiosa.
La otra es artimaña, engaño, malicia, encubierta, trampa, ardid, disimulo y, emboscada.”. Una truhanería.
Y de esta acepción se deriva el vocablo a personificar a una persona que pasa a ser cábula, por disponer de los atributos necesarios de un truhan.
También se entiende así, la expresión ¡Es cábula, qué! cuando descubres el engaño. ‘Me estás cabuleando’, cuando te cuentan algo que no crees.
Pero la que a nosotros nos interesa es su significado como “Conjetura e hipótesis de algo o un cálculo de manera supersticiosa”, que es como se aplica en las apuestas: hipódromo, galgódromo, jai alai, bingo, máquinas tragamonedas, dados, póker, blackjack, etcétera.
Y con harta frecuencia, hay quienes aplican cábulas para cantidad de cosas, en la vida diaria, digamos.
Partamos de un ejemplo, en un hipódromo un apostador le dice a otro: ¿ya estudiaste el programa? El interpelado responde, no, esta carrera la voy a jugar por cábula.
Sigámoslos un momento. Entendemos que el amigo este la va a jugar a la suerte, porque no ha estudiado la información con la que se forma un pronóstico, con base en el cual se apuesta. Pero no, a la suerte no, va a jugar por cábula.
Es lo mismo por cábula que a la suerte, dirá usted, lector atento, pero aun siéndolo para nosotros dos, para nuestro apostador hay toda una creencia de diferencia.
Él va a apostar por cábula, va a mirar los números, buscará señales ocultas, jugará con las letras de los nombres de los caballos, armará un Tea Toe (#) y pondrá los números que se han elegido por cábula. A continuación, elegirá el del centro y el de la esquina inferior izquierda, ya está: 6B ‘Girahuevo’ y 10 ‘Donsiñor’.
¿Hubo un razonamiento en toda esta conducta del apostador? No. Esta persona, mujer u hombre, da igual, presume en su fuero interno que su mente y los sortilegios de una magia imaginaria, darán resultado.
Andar haciendo cábulas es una tendencia supersticiosa. Y como siempre, ¡oh gran mecanismo de conservación!, con una vez que le atinen, ya está, validada la cábula.
Con el fin de preservar el razonamiento asertivo.
¡Di no, a la cábula!.. ¡Aléjate de la gente cábula!
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