El origen del Día de Muertos se sitúa con la cultura indígena y es anterior a la llegada de los españoles a América. Tradicionalmente, se le rendía un tributo a la muerte la cual era concebida como un viaje hacia el Mictlán (lugar de los muertos). En dicho viaje, se cree que las almas de los difuntos tienen que atravesar varios obstáculos hasta encontrarse con Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl (señor y señora de los muertos) a los cuales se debe hacer una ofrenda para conseguir el descanso eterno. Además, el Mictlán está dividido, y cada alma, en base a las causas de la muerte, va a parar a su lugar correspondiente: Mictlán para fallecidos por causas naturales, Tonatiuh Ichan para guerreros muertos en batalla y Tonacatecutli para los niños fallecidos. Con la llegada de los españoles y la evangelización de los pueblos indígenas, la tradición fue modificada y dio lugar a lo que actualmente conocemos. Posteriormente se sumó el pan de muerto, en el que los adornos en la parte superior simbolizan los huesos y cráneo del muerto, la muerte adquirió un carácter más sombrío, por ello, la muerte y los esqueletos trascendieron hasta la época del porfiriato, cuando el artista José Guadalupe Posada le dio rostro a las calaveritas y posteriormente diseñó la fi gura de “La Catrina”. En 1849 el diario el ‘’Socialista’’ publicó por primera vez una nueva forma de celebrar a la muerte, a través de pequeñas creaciones literarias que, en forma poética, sarcástica y graciosa anunciaban que la calaca venía a buscar a alguien. Finalmente, el Día de muertos, no se crea ni se destruye, sino que solo se transforma con el pasar de los años.
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