Jarochadas
TODO ERA FELICIDAD…
(Segunda de dos partes)
Después
del tardado y escarpado viaje, un baño de pueblo en la ciudad de los Palacios,
resarció los ánimos de la pareja imperial. Los húsares, los lanceros de la
emperatriz y los cazadores de África, al entonar “La Brabanzona”, evidenciaban
de lo que era capaz el poder supremo. Napoleón festeja su empresa, pues con
este triunfo va arriba en la serie. Mientras tanto en el:
Palacio de Schönbrun: ¡Este Max hijo mío
es un inquieto aventurero, ya está completamente regenerado y me da gusto que
la Carlota es incondicional..! expresó Sofía…
Palacio de Las Tullerías: ¡Estamos
muy confiados y a ver si no nos falla este pendejo!, decía Napoleón III…
Castillo
de Leaken:
¡Mi yerno no le va a dar el ancho a mi Carola, siempre he dicho que la Carola es
mucha pieza para él..!, declaró Leopoldo.
Zócalo
capitalino de la ciudad de México: ¡viva nuestro emperador, viva nuestro
imperio..!, gritaban los despistados.
Años
1864-66. Ya era hora de suspender fiestas para acomodar el menaje. El
Alcázar de Chapultepec, convertido en residencia imperial, seducía a contemplar
el paisaje.
—¡Tesoro bien amado, nos falta el
mar..!, dijo Carola.
—Miramar
quedó atrás, ahora será Miravalle. Replicó.
—Quiero
un lago, que refleje los volcanes que nos custodian. Carola susurró al
emperador.
—Hágase
el lago. También construiré tu paseo… eso es, “El Paseo de la Emperatriz”.
Que venga Rozensweig, gritó Max.
Gaudeamus, banquetes, convites. Los
aristócratas con tanta felicidad, no hicieron caso de la miseria que envolvía a
la chusma. Los recorridos de reconocimiento para el progreso del imperio,
estaban a la orden del día. Por las noches, en la intimidad, la pareja
reincidía en estas escenas:
—¿Cómo te fue tesoro bien amado?
—¡Espectacular, ángel adorado!. De Orizaba,
fuimos a la Hacienda El Mirador, de mi paisano Karl Sartorius. Ya lo convencí
para que atienda el Ministerio de Agricultura. Llegaron los Gromann a saludarme.
Desde ahí contemplamos San Juan de Ulloa. Volví a ver el mar, ¡qué alegría!...
—Ya
en Coatepec, degustamos café con una rosca de agua. Los
Galván sacaron sus pocillos y platos de porcelana de Meissen, en charola de
plata de Taxco… ¡mi querida Carola, tenemos que ir a Taxco!
—Ahora los Jalapeños… ¡mmmm!, se
desviven en atenciones, pero son muy prejuiciosos. Me ven vestido de chinaco y no
creen que yo sea el preciso, piensan que soy jornalero. Porfa lava mi
ropa, viene sucia y pestilente por esta maldita diarrea que no se me quita.
Mañana salgo para Cuernavaca. No encuentro mi agua de Colonia y quiero ir bien
perfumao (este caón empezaba a suspirar por la jardinera del BORDA).
Mientras en Chapultepec, parecía que
TODO
ERA FELICIDAD, Napoleón III, sin dejarse de atusar el bigote, estaba
más que preocupado. No era para menos, los malosos lo habían amenazado y
necesitaba a su ejército cerca de él. También sabía que el victorioso Ulises
Grant y su Unión, se preparaban para proscribir a los intrusos europeos, que no
entendían la doctrina MONROE: “América para los americanos”.
Año de 1867. El austriaco da la
espalda al clero. Los conservadores sienten pasos en la azotea. Los
liberales están en víspera del triunfo. A Napoleón III, le aterra la
unificación de Alemania. Le horroriza la dupla Bismark—Guillermo I y la
guerra de Las Siete Semanas. Comprende que estos caones, tienen a Francia
en la mira y decide retirar todo lucro que no rinde dividendo.
Entre las TULLERÍAS Y ROMA,
trasmiten un diálogo demoledor:
—Santidad, negocio abominable.
Decisión evacuar México (Napoleón III).
—Acelere operación. Su recomendado
salió vano. Cuestiona y reprime bulas (Pío nono).
—Leopoldo el suegro, murió. No hay
quien lo ampare (Napoleón III).
—La esposa también es discrepante.
Está requete chiflada (Pío Nono).
—Dicte instrucciones. No olvide que
me vale madre el Tratado de Miramar (Napoleón III)
—Que se salve como pueda. También me
vale (Pío Nono).
Max es abandonado y la conjura
magisterial le exige su permanencia. No quiere abdicar y se detiene por
orgullo. Alude al hermano con el escarmiento del “NO CREO QUE REGRESES”.
Prospera el pronunciamiento en
Puebla del dos de abril y PORFIRIO SE ELEVA. Es inminente la
graciosa huida de Max a buscar refugio en Querétaro. El general Escobedo lo
aprehende y el destino alcanza la más mexicana de las muertes. EDUARDO
MANET detiene la escena. Mortaja para un soñador y dos traidores.
Hecho contundente: Nuestros héroes se visten
de gloria y ganan los buenos.
BENITO JUÁREZ: —A los amigos, JUSTICIA
Y GRACIA. A los enemigos, la ley.
EUGENIA DE MONTIJO: —Este sobrino
era un chico muy destacado.
NAPOLEÓN III: —Lo sostengo, fue un
reverendo pendejo.
MEXICANOS LIBRES: —Más
si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh Patria
querida! que el cielo, un soldado en cada hijo te dio.
Amigos,
mi maestro Ricardo Adolfo Moreno, siempre habló de Romper Arcaicos Moldes.
No se vale repetir la historia.
¡Ánimo
ingao…! Con el respeto de siempre
Julio Contreras Díaz
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