domingo, 14 de mayo de 2017


Jarochadas
            TODO ERA FELICIDAD…
            (Segunda de dos partes)
Después del tardado y escarpado viaje, un baño de pueblo en la ciudad de los Palacios, resarció los ánimos de la pareja imperial. Los húsares, los lanceros de la emperatriz y los cazadores de África, al entonar “La Brabanzona”, evidenciaban de lo que era capaz el poder supremo. Napoleón festeja su empresa, pues con este triunfo va arriba en la serie. Mientras tanto en el:

 Palacio de Schönbrun: ¡Este Max hijo mío es un inquieto aventurero, ya está completamente regenerado y me da gusto que la Carlota es incondicional..! expresó Sofía
 Palacio de Las Tullerías: ¡Estamos muy confiados y a ver si no nos falla este pendejo!, decía Napoleón III
Castillo de Leaken: ¡Mi yerno no le va a dar el ancho a mi Carola, siempre he dicho que la Carola es mucha pieza para él..!, declaró Leopoldo.
Zócalo capitalino de la ciudad de México: ¡viva nuestro emperador, viva nuestro imperio..!, gritaban los despistados.
            Años 1864-66. Ya era hora de suspender fiestas para acomodar el menaje. El Alcázar de Chapultepec, convertido en residencia imperial, seducía a contemplar el paisaje.
            —¡Tesoro bien amado, nos falta el mar..!, dijo Carola.
—Miramar quedó atrás, ahora será Miravalle. Replicó.
—Quiero un lago, que refleje los volcanes que nos custodian. Carola susurró al emperador.
—Hágase el lago. También construiré tu paseo… eso es, “El Paseo de la Emperatriz”. Que venga Rozensweig, gritó Max.
            Gaudeamus, banquetes, convites. Los aristócratas con tanta felicidad, no hicieron caso de la miseria que envolvía a la chusma. Los recorridos de reconocimiento para el progreso del imperio, estaban a la orden del día. Por las noches, en la intimidad, la pareja reincidía en estas escenas:
            —¿Cómo te fue tesoro bien amado?
 —¡Espectacular, ángel adorado!. De Orizaba, fuimos a la Hacienda El Mirador, de mi paisano Karl Sartorius. Ya lo convencí para que atienda el Ministerio de Agricultura. Llegaron los Gromann a saludarme. Desde ahí contemplamos San Juan de Ulloa. Volví a ver el mar, ¡qué alegría!...
—Ya en Coatepec, degustamos café con una rosca de agua. Los Galván sacaron sus pocillos y platos de porcelana de Meissen, en charola de plata de Taxco… ¡mi querida Carola, tenemos que ir a Taxco!
            —Ahora los Jalapeños… ¡mmmm!, se desviven en atenciones, pero son muy prejuiciosos. Me ven vestido de chinaco y no creen que yo sea el preciso, piensan que soy jornalero. Porfa lava mi ropa, viene sucia y pestilente por esta maldita diarrea que no se me quita. Mañana salgo para Cuernavaca. No encuentro mi agua de Colonia y quiero ir bien perfumao (este caón empezaba a suspirar por la jardinera del BORDA).
            Mientras en Chapultepec, parecía que TODO ERA FELICIDAD, Napoleón III, sin dejarse de atusar el bigote, estaba más que preocupado. No era para menos, los malosos lo habían amenazado y necesitaba a su ejército cerca de él. También sabía que el victorioso Ulises Grant y su Unión, se preparaban para proscribir a los intrusos europeos, que no entendían la doctrina MONROE: “América para los americanos”.
            Año de 1867. El austriaco da la espalda al clero. Los conservadores sienten pasos en la azotea. Los liberales están en víspera del triunfo. A Napoleón III, le aterra la unificación de Alemania. Le horroriza la dupla Bismark—Guillermo I y la guerra de Las Siete Semanas. Comprende que estos caones, tienen a Francia en la mira y decide retirar todo lucro que no rinde dividendo.
            Entre las TULLERÍAS Y ROMA, trasmiten un diálogo demoledor:
            —Santidad, negocio abominable. Decisión evacuar México (Napoleón III).
            —Acelere operación. Su recomendado salió vano. Cuestiona y reprime bulas (Pío nono).
            —Leopoldo el suegro, murió. No hay quien lo ampare (Napoleón III).
            —La esposa también es discrepante. Está requete chiflada (Pío Nono).
            —Dicte instrucciones. No olvide que me vale madre el Tratado de Miramar (Napoleón III)
            —Que se salve como pueda. También me vale (Pío Nono).
            Max es abandonado y la conjura magisterial le exige su permanencia. No quiere abdicar y se detiene por orgullo. Alude al hermano con el escarmiento del “NO CREO QUE REGRESES”.        
            Prospera el pronunciamiento en Puebla del dos de abril y PORFIRIO SE ELEVA. Es inminente la graciosa huida de Max a buscar refugio en Querétaro. El general Escobedo lo aprehende y el destino alcanza la más mexicana de las muertes. EDUARDO MANET detiene la escena. Mortaja para un soñador y dos traidores.
 Hecho contundente: Nuestros héroes se visten de gloria y ganan los buenos.  
            BENITO JUÁREZ: —A los amigos, JUSTICIA Y GRACIA. A los enemigos, la ley.
            EUGENIA DE MONTIJO: —Este sobrino era un chico muy destacado.
            NAPOLEÓN III: —Lo sostengo, fue un reverendo pendejo.
            MEXICANOS LIBRES: —Más si osare un extraño enemigo, profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh Patria querida! que el cielo, un soldado en cada hijo te dio.
Amigos, mi maestro Ricardo Adolfo Moreno, siempre habló de Romper Arcaicos Moldes. No se vale repetir la historia.

¡Ánimo ingao…!    Con el respeto de siempre Julio Contreras Díaz

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