domingo, 14 de mayo de 2017



DESDE EL AULA

Nací y crecí en el seno de una familia católica. Puntualmente me mandaron al catecismo y todos los domingos a primera hora mi madre me llevaba a misa. Luego, ya adolecente participé en los retiros juveniles. Soy católico y fervorosamente guadalupano.


Al igual que muchos me he estremecido con las atrocidades de algunos representantes de la iglesia católica que han incurrido en los actos más abominables como lo es la pederastia, escándalos como los del padre Maciel y tantos otros, causan horror; no obstante, los fundamentos de la doctrina cristiana permanecen intocados y nunca por mi mente ha pasado la idea de profesar otra religión, mucho menos que la institución de la Iglesia sea mala. Fallan los hombres.

Desde adolecente experimenté el gusto por la lectura, quizá por ello antes de que acreditara mi derecho al voto, manifesté en familia mi simpatía por lo que en aquel entonces era el Partido Comunista Mexicano. Mi padre que es un hombre cabal, con simplicidad bucólica me dijo: “nosotros somos priístas”.

Mi primer voto fue para el PRI y desde siempre he militado en ese partido que me ha dado oportunidades de desarrollo profesional.

Es cierto que las circunstancias actuales para el PRI son adversas, que muchos de sus grandes beneficiarios, cual émulos de roedores, al ver el barco a la deriva, lo abandonan; pero hay muchos también que con gallardía dan la batalla en la seguridad de que enderezarán la nave y la pondrán en la ruta de un puerto seguro, pues su convicción no se basa ni en la coyuntura “mensura” ni en el estoicismo auto piadoso, sino en un principio de dignidad.

He recibido invitaciones para colaborar en otros institutos políticos, las he declinado amablemente no sin antes agradecer el favor de considerar a mi humilde persona. Sigo pensando que en todas partes hay gente buena y gente que no lo es; considero que el saber ser agradecido es muy importante porque a más de su valor intrínseco, nos prepara para estar en las buenas y en las malas, más allá de las conveniencias de ocasión.

Para mí es una cuestión de honor, de vergüenza y de principios. Me quedo donde me he formado, la plaza no se entrega, la plaza se defiende.

Desde el aula, felicito a todos los maestros en su día.


Un abrazo solidario para la maestra Silvia López Barradas, por el sensible deceso de su esposo, el siempre estimado Profesor Rafael Ernesto Méndez Aparicio.

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