Por: José Ramón Flores
Viveros.
14
años.
Finalmente con mucho nervio se
consiguió festejar el 14 aniversario de esta columna. La audiencia aunque con
una discreta presencia, pero distinguida sin duda. Mi gratitud para quienes
generosamente hicieron un hueco en su agenda para acompañarme. Siempre lo digo
y lo sostengo me sigue causando terror escénico hablar en público. Aunque
también admito que me encanta interactuar con la gente aunque pueda parecer una
contradicción.
Hacer un balance de todo este
tiempo escribiendo una columna semanalmente es un tanto complejo. Me pregunto
de dónde he podido sacar un tema diferente todo este tiempo, no sé si ya lo
había dicho pero sin considerarme honestamente un verdadero columnista, sino un
auténtico aprendiz aun de columnista, cuando hay que elaborarla, me siento como
supongo se deben de sentir las amas de casa, cuando piensan que es lo que van a
preparar para la familia el día de hoy. Es un hecho que más de una vez he
refriteado algún tema.
Pero con refritos y como haya
sido, lo importante es cumplir con el compromiso con los medios y tratar
siempre de darle algo útil a quienes amablemente nos leen. Una columna sin duda
alguna también alcanza su mayoría de edad y también presenta una evidente
evolución. Al leer colaboraciones pasadas logro sentir cambios en mi forma de
pensar y de ver la vida. Ya no soy el mismo y también he experimentado perdidas
terribles en este tiempo como lo fueron la muerte de mis padres. Una situación
que se reflejó en mi manera de escribir y de percibir la vida. Recuerdo que
poco antes de que falleciera mi madre, viví un proceso depresivo inexplicable. Fue
algo horrible, y quienes lo han vivido me podrán entender, perdí el interés por
todo y también me aislé del planeta. Me olvide de todo, mi madre estaba muy
preocupada por mi situación anímica, ella siempre fue una mujer de carácter
fuerte y práctica ante los problemas. Como había dejado de realizar la
colaboración- tenía más de un mes sin hacerlo- habló enérgicamente conmigo y me
exigió que volviera a elaborar la columna, haciéndome ver que era un compromiso
con los medios donde me publicaban y que además corría el riesgo de que me
quitaran el espacio. Las maneras de mi mama nunca fueron de mi total agrado,
pero debo reconocer que eran efectivas. De momento me enoje mucho con ella, y
me salí muy molesto de su casa. Sin embargo al analizar sus palabras y ya más
tarde, reconocí que tenía toda la razón del mundo. De los problemas solo se puede
salir, con mucha fuerza de voluntad. “Cerca
del Cielo” gracias a ella, fue un instrumento, una gran terapia para poder
salir adelante.
Vuelvo a agradecer a todos los
medios que me publicado y a los que lo siguen haciendo. Sin ellos esta columna jamás
hubiera sido posible. Reconozco con mucha pena que más de una vez, consiente e inconscientemente,
he pecado de soberbio pensando que lo poco que he realizado ha sido únicamente
merito mío y nada más alejado de la realidad. Ya que siempre necesitamos de la
ayuda de alguien para lograr conseguir nuestros propósitos y sin esta ayuda
realmente no seriamos nada ni nadie.
Que Dios bendiga a todos
aquellos que de manera generosa e incondicional me han apoyado en mis sueños guajiros.
En todo esto la familia es fundamental. Mientras el creador lo permita espero
seguir compartiendo y llegando a mis 4 fieles lectores, como dice Catón. Desde
el fondo de mí corazón ¡Feliz día del Padre!, que la pasen de puro lujo.
También para las mamás que son papá y mamá, un abrazo grande.
Moraleja: Las mamás siempre
tienen la razón.
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