martes, 20 de junio de 2017

DESDE LA FINCA



Se aprende practicando.- La generosa pero tranquila lluvia que ha caído en los cafetales de la zona, ha devuelto el verde característico a las fincas y también encendido la esperanza de una buena cosecha. La vida es de ciclos y así como hay tiempos para sembrar y cosechar, también hay tiempos para planear y dar mantenimiento a esas dadivosas matas que año con año brindan su producción a quien con gusto las cuida. Podar, resembrar, abonar y limpiar la finca, es parte de la cultura que forma parte del ritual cotidiano del campesino. Ese hombre emblemático que entrega su vida, su tiempo y su familia a la ilusión de ver convertido su trabajo en granos rojos. Producto aromático que el año próximo cumplirá 210 años de haberse establecido en esta región. Que le gustó su nueva casa y se quedó permanentemente mostrando su felicidad ofreciendo riqueza. Al compás del machete y del azadón, la conversación se hace amena como siempre con el lenguaje particular del jornalero. Acordaron ya no habar más de política, ni de campañas, ni de candidatos. La resaca que les dejó tanto discurso, la eliminan con el sudor del jornal. “Ya se acabó la campaña, ahora hay que exigir que los que se van, que dejen buenas cuentas, y si no, que respondan ante la ley; y que los que llegan, realmente hagan un buen trabajo porque ganaron con muy poco y tienen el compromiso y la obligación de cumplirle al pueblo que los apoyó”. Nadie se percató de quién dijo tan sabia perorata, pues su voz se confundía con el ruido del viento, de los pájaros, de los machetes y de las ramas acariciando el sombrero; fue mucho después que incrédulos comprobaron que el aprendiz de labrador, ese que había que explicarle las cosas con naranjas, estaba empezando aprender a ser ilustrado, erudito, versado, agudo, sagaz, perspicaz y todo eso que ha abrevado del viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo, no solo de sus manos sino de su cerebro.

De reparto y distribución.- El mismo mozalbete que muchas veces fue pendejeado por el tatiasca, el que todos le daban coscorrones por sus incoherencias; ahora estaba retoñando con prometedores brotes de conocimiento. Luego de hacer un buche de agua fresca tomada del calabazo, se limpia el sudor y escupe, diciendo. “Pero hay muchas cosas que no entiendo. En eso de las impugnaciones, unos reclaman que otro ganó, cuando los que reclaman no hicieron lo que debieron. O sea, no estoy de acuerdo que me ganaste y reclamo, pero perdí por tarugo. Y por otra parte, en eso de la distribución de regidurías unos se agandallaron y se despacharon con la cuchara grande auto asignándose tres y dejando solo dos, aprovechando que la ley no es clara en eso de los números. O´ra resulta que por interpretación de un vacío legal, pudieran quitarle una a cada uno de los que se llevaron tres y asignarlas a dos de los independientes. Estoy hecho bolas. Cuando venga el patriarca le pediré que me aclare este enredo porque en eso de la pluralidad, todavía no soy muy transparente”. Los que lo escucharon corrieron de inmediato a checar el calabazo, para ver si realmente era agua lo que estaba tomando.

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