martes, 20 de junio de 2017

Bosque joven


Por: Arlette Vera Beltrán
BIOCOMBUSTIBLES
Se considera a los biocombustibles como una alternativa “verde” a los combustibles fósiles (como el petróleo y el carbón mineral) que contribuirá a disminuir la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera y con ello a frenar el calentamiento global. Pero, ¿realmente funciona así?
Los biocombustibles se elaboran con materiales producidos por los seres vivos; son alcoholes, éteres, ésteres y otros compuestos químicos generados a partir de los tejidos de plantas y animales, de los residuos de la agricultura y de la actividad forestal y de algunos desechos industriales, por ejemplo los de la industria de la alimentación.
Los biocombustibles son además, una fuente de energía renovable ya que proviene esencialmente de la fotosíntesis, proceso por el cual las plantas reducen y fijan el CO2, transformándolo en carbohidratos, como azucares y almidones.
Los dos biocombustibles más usados en el mundo son el etanol y el biodiesel. Se utilizan principalmente en los motores de vehículos como automóviles. El etanol (que es un alcohol) generalmente se produce utilizando como materia prima la caña de azúcar, los cereales y el betabel. El biodiesel, que puede usarse en lugar del diesel, se produce a partir de aceites vegetales o animales.
Por la tanto, cambiar las fuentes de energía actuales por otras renovables traería numerosos beneficios económicos y sociales. La escasez y el aumento de los precios de los combustibles fósiles, el reto del cambio climático y las oportunidades de desarrollo, son factores que han contribuido a que se considere a estos como una opción viable. La producción a gran escala de biocombustibles ofrece seguridad energética, especialmente para los países que carecen de petróleo.
Uno de los argumentos que se ofrecen para promover los biocombustibles es que su impacto ambiental sería menor que el de los combustibles fósiles. En un estudio realizado por John Sharlemann y William Laurence, del Instituto Smithsoniano, se midió la influencia de los biocombustibles en las emisiones de CO2. Concluyen que el 80% de los biocombustibles reducen las emisiones de CO2 en un 30%. El etanol reduciría las emisiones en 13% y el biodiesel en 79%, comparados con el diesel petrolero. Sin embargo, otros autores afirman que los cultivos de los que se extraen biocombustibles presentan balances energéticos negativos: para producirlos se necesita invertir más energía de la que se obtiene. Producir  biocombustibles requiere superficies muy extensas para cultivar maíz o caña de azúcar. Convertir ecosistemas en superficies de cultivo contribuiría a aumentar el calentamiento global.
Usar formas alternativas de producción de energía puede ser una opción más limpia y eficiente. Una de estas fuentes es el sol. Hay diversas tecnologías que permiten aprovecharla, en especial las celdas de semiconductores que se activan con la radiación solar y producen electricidad. La energía solar es autónoma y descentralizada, pues proviene de una fuente gratuita e inagotable.
Los biocombustibles podrían ser una buena alternativa si se lograra producirlos sin emplear combustibles fósiles. Hasta ahora, debido a que se producen a partir de cultivos agrícolas, lejos de representar una alternativa sustentable, son una fuente de problemas ambientales, sociales, políticos y económicos más graves que los que resultan de usar combustibles fósiles.


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