Por:
Arlette Vera Beltrán
BIOCOMBUSTIBLES
Se
considera a los biocombustibles como una alternativa “verde” a los combustibles
fósiles (como el petróleo y el carbón mineral) que contribuirá a disminuir la concentración
de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera y con ello a frenar el
calentamiento global. Pero, ¿realmente funciona así?
Los
biocombustibles se elaboran con materiales producidos por los seres vivos; son
alcoholes, éteres, ésteres y otros compuestos químicos generados a partir de los
tejidos de plantas y animales, de los residuos de la agricultura y de la
actividad forestal y de algunos desechos industriales, por ejemplo los de la
industria de la alimentación.
Los
biocombustibles son además, una fuente de energía renovable ya que proviene
esencialmente de la fotosíntesis, proceso por el cual las plantas reducen y
fijan el CO2, transformándolo en carbohidratos, como azucares y almidones.
Los
dos biocombustibles más usados en el mundo son el etanol y el biodiesel. Se
utilizan principalmente en los motores de vehículos como automóviles. El etanol
(que es un alcohol) generalmente se produce utilizando como materia prima la
caña de azúcar, los cereales y el betabel. El biodiesel, que puede usarse en lugar
del diesel, se produce a partir de aceites vegetales o animales.
Por la tanto, cambiar las fuentes de energía actuales por
otras renovables traería numerosos beneficios económicos y sociales. La escasez
y el aumento de los precios de los combustibles fósiles, el reto del cambio
climático y las oportunidades de desarrollo, son factores que han contribuido a
que se considere a estos como una opción viable. La producción a gran escala de
biocombustibles ofrece seguridad energética, especialmente para los países que
carecen de petróleo.
Uno
de los argumentos que se ofrecen para promover los biocombustibles es que su
impacto ambiental sería menor que el de los combustibles fósiles. En un estudio
realizado por John Sharlemann y William Laurence, del Instituto Smithsoniano,
se midió la influencia de los biocombustibles en las emisiones de CO2. Concluyen
que el 80% de los biocombustibles reducen las emisiones de CO2 en un 30%. El
etanol reduciría las emisiones en 13% y el biodiesel en 79%, comparados con el
diesel petrolero. Sin embargo, otros autores afirman que los cultivos de los
que se extraen biocombustibles presentan balances energéticos negativos: para
producirlos se necesita invertir más energía de la que se obtiene.
Producir biocombustibles requiere
superficies muy extensas para cultivar maíz o caña de azúcar. Convertir
ecosistemas en superficies de cultivo contribuiría a aumentar el calentamiento
global.
Usar
formas alternativas de producción de energía puede ser una opción más limpia y eficiente.
Una de estas fuentes es el sol. Hay diversas tecnologías que permiten
aprovecharla, en especial las celdas de semiconductores que se activan con la
radiación solar y producen electricidad. La energía solar es autónoma y
descentralizada, pues proviene de una fuente gratuita e inagotable.
Los
biocombustibles podrían ser una buena alternativa si se lograra producirlos sin
emplear combustibles fósiles. Hasta ahora, debido a que se producen a partir de
cultivos agrícolas, lejos de representar una alternativa sustentable, son una
fuente de problemas ambientales, sociales, políticos y económicos más graves
que los que resultan de usar combustibles fósiles.
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