lunes, 4 de septiembre de 2017

Jóvenes millennials felices y dichosos.

De acuerdo a un reporte que hizo Simon Sinek, escritor y motivador inglés, los jóvenes millennials son personas con una adicción al reconocimiento, pero con muy baja autoestima, estresados e infelices. Esto es ocasionado tanto como por la desatención de los padres, como al exceso de internet o de vicios que ellos crean con sus amigos. Las causas podrían derivarse desde que sus padres, maestros y las personas que convivieron con ellos desde pequeños, los criaron con el pensamiento de que la vida era fácil y que siempre lo tendrían todo, en cambio las cosas en la vida real son diferentes, lo que desees lo debes conseguir por tí mismo, nadie llega y te da lo que necesitas.

En el reporte que está en internet en la página noticias Universia, Simon explica que la interacción con teléfonos móviles y redes sociales libera un químico en el cerebro llamado dopamina. Este mismo neurotransmisor es el que también nos hace sentir bien cuando fumamos, bebemos o apostamos. Ni qué decir tiene que es altamente adictivo.
Ahora lo más común en los jóvenes cuando tienen un problema ya sea económico, amoroso, personal o de familia, se refugian en el alcohol, videojuegos, en el cigarro o simplemente en las redes sociales, pues funciona como un gran distractor, se dice que las personas que la mayoría del tiempo están en la mayor red social más famosa Facebook, sufren de más altos índices de depresión.
De igual forma se les ha hecho un hábito el darse su recompensa instantánea, es decir, si quieren ver una película no esperan a que el cine la saque en cartelera, buscan la mayor posibilidad de verla primero que otros, pues hasta internet les ayuda, no es necesario una conversación personal, solo más que una aplicación y con eso basta.
Los jóvenes no son felices trabajando, ni liderando, ni siendo los dueños de su propia empresa, no son conformistas, no les basta lo que tienen, pues cada vez exigen a otros y se exigen a ellos mismos el extra, aunque ya no lo haya, aunque sepan que ya no hay un más allá, esto les causa estrés, les causa preocupaciones y no ocupaciones. De acuerdo a esos pensamientos mal formados y sus acciones tan involuntarias o voluntarias obligadas no desarrollan su felicidad. Porque quieren pensar en todo pero no piensan en nada, su reacción es actuar antes de pensar y luego las consecuencias son más difíciles de lo que puedo haber sido el pequeño percance.
La clave no está en darse de baja en todas las redes sociales u olvidar el smartphone, sino encontrar un balance adecuado entre el mundo digital y el real.

“La libertad de hacer lo que se quiere, termina en la esclavitud de hacer lo que no se quiere”

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