lunes, 16 de octubre de 2017

Cerca del Cielo.

Por: José Ramón Flores Viveros.

Tenebroso con Raúl  Barcena Yáñez. II  y última parte.

Es mejor crear algo que los demás critiquen
que no hacer nada y criticar a los demás.
                                       Ricky Gervais.

Poco a poco y uno por uno, junto con los norteamericanos, logramos pasar la temible grieta mayor del volcán más alto de México. De inmediato me solté de la cordada y continúe el ascenso de manera independiente…


Algunos años después Raúl Bárcena jr., junto con su padre Raúl guiaban a cuatro clientes en el Iztaccihuatl. Raúl  hijo habría huella en la nieve al frente del grupo. Jamás y nunca cruzó por su mente lo que estaba por suceder. Era una cita impostergable con el destino cruel. Era una mañana esplendorosa, una mañana que palpitaba, llena de luz y vida. La nieve tenia la textura ideal para escalar. El cielo despejado en su totalidad, sin nube alguna. Raúl junto con su papá, alpinistas ambos muy experimentados, planeaban una próxima salida a escalar Los Andes peruanos junto con Ricardo Torres Nava.

Todo estaba listo para ir a Perú, Raúl recordó aquella mañana que tenía vencido su pasaporte y que tenía que renovarlo con urgencia. También recordó con una gran sonrisa el bochornoso momento vivido, cuando ya en el mostrador de la aerolínea, instantes antes de abordar rumbo a Bolivia, la señorita que lo atendía con  gesto de preocupación  le preguntó si no se había percatado que su pasaporte estaba vencido.

Repentinamente escuchó unos gritos a sus espaldas, eran de un amigo de Raúl, que iba como guía de apoyo. “¡¡Raúl, tu jefe!!”, “¡Quién sabe qué onda con él!” fue un grito cuyo tono era de que algo muy grave estaba ocurriendo. Al  voltear 20 metros abajo, vio que se había formado un círculo en torno a su padre. Bajó corriendo de inmediato, en su angustia rodó cinco metros al resbalar en la nevada superficie. Al acercarse pudo ver que  su padre  estaba inconsciente. Sus clientes irónicamente eran cardiólogos del IMSS, montado prácticamente sobre él, con mucho vigor y angustia reflejada en su rostro uno de ellos trataba infructuosamente de reanimarlo dando masaje al corazón.

Fueron verdaderos instantes de angustia e impotencia. Los minutos transcurrieron dramáticamente, los médicos se turnaban para seguir con el agotador proceso de reanimación. Finalmente, se impuso la realidad, los especialistas agotados dejaron de luchar, uno de ellos con lágrimas en los ojos,  su mirada fue contundente. No había nada por hacer…

Cuando llegamos al labio inferior, le dije al Rul que ya no podía más, que no iba a subir a la Cruz de Hierro, que es el punto más alto del volcán. Le expliqué que no tenía fuerzas para hacer un recorrido que lleva casi una hora aun. Primero me pidió de la mejor manera que realizara un último esfuerzo. Como seguí en mi negativa, la verdad era que me sentía muy agotado y sin el mínimo deseo de exigirme, no podía dar un paso más; entonces me pidió que realizara un último esfuerzo. Lo hizo con una determinación, que, con el corazón en la garganta seguí subiendo. Como verdadero autómata, haciendo eses como si fuera en estado de ebriedad, con Raúl sujetándome en algunos tramos donde parecía que me desvanecería, logre cubrir el último tramo. Ya en la cima de México con voz apenas audible y entendible, le di las gracias por inyectarme energía y fe. En la vida muchas veces se da uno por vencido, sin saber que tiene uno la capacidad para seguir adelante. Qué importante es tener gente que lo impulse a uno a seguir subiendo. Estos son los verdaderos amigos.


Ricardo Torres Nava  además de guía profesional de excelencia, es todo un motivador también. En la montaña al igual que Raúl, ayuda a sus clientes a  descubrir y utilizar fuerzas que ignoran tener. Todo esto en los peores momentos del ascenso cuando el agotamiento físico y mental hace del momento algo infernal. Raúl donde te encuentres, mi recuerdo y cariño hermano…

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