Cerca
del Cielo.
Por: José Ramón Flores Viveros.
Tenebroso con Raúl Barcena Yáñez. II y última parte.
Es mejor crear algo
que los demás critiquen
que no hacer nada y
criticar a los demás.
Ricky
Gervais.
Poco a poco y uno por uno, junto con los
norteamericanos, logramos pasar la temible grieta mayor del volcán más alto de México.
De inmediato me solté de la cordada y continúe el ascenso de manera
independiente…
Algunos años después Raúl Bárcena jr.,
junto con su padre Raúl guiaban a cuatro clientes en el Iztaccihuatl. Raúl hijo habría huella en la nieve al frente del grupo.
Jamás y nunca cruzó por su mente lo que estaba por suceder. Era una cita
impostergable con el destino cruel. Era una mañana esplendorosa, una mañana que
palpitaba, llena de luz y vida. La nieve tenia la textura ideal para escalar.
El cielo despejado en su totalidad, sin nube alguna. Raúl junto con su papá,
alpinistas ambos muy experimentados, planeaban una próxima salida a escalar Los
Andes peruanos junto con Ricardo Torres Nava.
Todo estaba listo para ir a Perú, Raúl
recordó aquella mañana que tenía vencido su pasaporte y que tenía que renovarlo
con urgencia. También recordó con una gran sonrisa el bochornoso momento vivido,
cuando ya en el mostrador de la aerolínea, instantes antes de abordar rumbo a
Bolivia, la señorita que lo atendía con gesto de preocupación le preguntó si no se había percatado que su
pasaporte estaba vencido.
Repentinamente escuchó unos gritos a sus
espaldas, eran de un amigo de Raúl, que iba como guía de apoyo. “¡¡Raúl, tu
jefe!!”, “¡Quién sabe qué onda con él!” fue un grito cuyo tono era de que algo
muy grave estaba ocurriendo. Al voltear 20
metros abajo, vio que se había formado un círculo en torno a su padre. Bajó
corriendo de inmediato, en su angustia rodó cinco metros al resbalar en la
nevada superficie. Al acercarse pudo ver que su padre
estaba inconsciente. Sus clientes irónicamente eran cardiólogos del IMSS,
montado prácticamente sobre él, con mucho vigor y angustia reflejada en su
rostro uno de ellos trataba infructuosamente de reanimarlo dando masaje al
corazón.
Fueron verdaderos instantes de angustia
e impotencia. Los minutos transcurrieron dramáticamente, los médicos se
turnaban para seguir con el agotador proceso de reanimación. Finalmente, se
impuso la realidad, los especialistas agotados dejaron de luchar, uno de ellos
con lágrimas en los ojos, su mirada fue contundente.
No había nada por hacer…
Cuando llegamos al labio inferior, le
dije al Rul que ya no podía más, que no iba a subir a la Cruz de Hierro, que es
el punto más alto del volcán. Le expliqué que no tenía fuerzas para hacer un
recorrido que lleva casi una hora aun. Primero me pidió de la mejor manera que
realizara un último esfuerzo. Como seguí en mi negativa, la verdad era que me
sentía muy agotado y sin el mínimo deseo de exigirme, no podía dar un paso más;
entonces me pidió que realizara un último esfuerzo. Lo hizo con una
determinación, que, con el corazón en la garganta seguí subiendo. Como
verdadero autómata, haciendo eses como si fuera en estado de ebriedad, con Raúl
sujetándome en algunos tramos donde parecía que me desvanecería, logre cubrir
el último tramo. Ya en la cima de México con voz apenas audible y entendible,
le di las gracias por inyectarme energía y fe. En la vida muchas veces se da
uno por vencido, sin saber que tiene uno la capacidad para seguir adelante. Qué
importante es tener gente que lo impulse a uno a seguir subiendo. Estos son los
verdaderos amigos.
Ricardo Torres Nava además de guía profesional de excelencia, es
todo un motivador también. En la montaña al igual que Raúl, ayuda a sus
clientes a descubrir y utilizar fuerzas
que ignoran tener. Todo esto en los peores momentos del ascenso cuando el
agotamiento físico y mental hace del momento algo infernal. Raúl donde te
encuentres, mi recuerdo y cariño hermano…
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