lunes, 16 de octubre de 2017

DESDE LA FINCA

Cosecha, ahorro y gasto.- Ensimismados en “el corte”, ya casi parejo, pues ya no es pepena, apurados para ganarle a las lluvias, los cortadores mueven los dedos al tiempo que los granos rojos van cayendo en los tenates. Las matas de café parecieran contentas con la peinada que recibe de manos toscas.
Lo loma vibra, la finca canta, se percibe una aroma a verde y a miel de mucílago. El ambiente en el cafetal es de fiesta, esa fiesta que cada año llega con la abundante producción. Llegan desde muy temprano para aprovechar la fresca mañana ignorando el rocío que les moja la ropa pero que a la larga les sirve para refrescarse. Cada vez hay más gente pues el corte de café requiere de cuadrillas enteras para recolectar esa bola de oro que ha sido sostén de la economía de la región. Muchas mujeres se van incorporando a los surcos con el pelo envuelto en un trapo para que el cabello no se enrede entre las matas. La charla es aminada. Predominan las risas y las pláticas de las mujeres que combinan la actividad manual de seleccionar los frutos rojos de los verdes, con la atención al chilpayate y la narración de vivencias, experiencias y anécdotas, armonizadas con sonoras carcajadas. El viejo cortador curtido por el paso del tiempo y el trabajo rudo, rememora que cada año es lo mismo. Lo ha vivido por décadas, lo que cambia son las personas. Mismo ambiente, diferentes rostros. Mismas ilusiones, diferentes anécdotas. Le llama la atención el diálogo de dos cortadoras que se quejan de que todo está más caro en las tiendas, todo sube y cada vez la raya alcanza para menos. Lo ha escuchado desde siempre. Pero con paciencia que raya en la ternura les explica: “Es cierto, los precios de los productos básicos ya no están controlados. Menos de aquellos productos que no se controlan. Hace muchos años la Conasupo instalaba tiendas de productos básicos en localidades pequeñas que además de acercar el abasto, mantenían los precios oficiales, es decir, servían de reguladores, por lo que nadie podía dar más caro el frijol o el aceite porque la Conasupo lo mantenía estable. Pero eso se acabó. La corrupción alcanzó a ese programa y ahora Diconsa ha cambiado sus políticas y cada vez hay menos tienditas. Posteriormente la Procuraduría Federal del Consumidor PROFECO, también supervisaba los precios y hasta sancionaba si se daban más caros, de lo oficial, los productos básicos. Pero también de esa dependencia ya no se sabe nada. Por eso los tenderos de todos lados, de la ciudad y de las congregaciones, ahora puede fijar los precios a como les dé la gana. Si compras un refresco el precio varía hasta en dos pesos de una tienda a otra. Si escasea el producto lo disparan a la alza, si abunda, no lo abaratan. Ya no hay inspectores, ya no hay control. Si a eso le agregamos que ya no verifican las básculas, entonces te están vendiendo caro y menos producto. Como los vendedores ambulantes que te dan kilos de ochocientos gramos o menos”. Con esa sabia perorata, las jóvenes mujeres en vez de entender, se preocuparon más porque para ellas es más fácil comprar en la tienda más cercana al precio que sea, que andar comparando o viajando para ahorrarse unos pesos. Mientras haya cosecha harán su ahorro en “el jarrito”, el cual les servirá para gastos venideros. Y los tenderos seguirán haciendo su “agosto” sin ser vigilados ni menos sancionados.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario