El
más grande hombre de ciencia
Por Sergio Jimarez
Un gran científico está
formado por mucho compromiso, conocimiento, curiosidad y determinación; existen
personas que nacen con la facilidad para el estudio, otras a las que encuentran
en el trabajo su pasión. En la búsqueda de la verdad, la investigación ha
estado a cargo de grandes científicos, personas ilustres con tanto qué mostrar
y regalar al mundo; pero al final, todos estos personajes son humanos, tan
complejos y perfectibles humanos, con sus manías, defectos y todas las
características inherentes a la simpleza y sencillez del homo sapiens.
Entendemos que un
descubrimiento en física es el producto de un trabajo intenso, números,
diagramas y aparatos a cargo de un individuo que ha dedicado, por lo menos, tiempo
buscando algo que encontrar; pensaríamos que la vida del físico está detrás de
una pizarra con ecuaciones y que los libros son una extensión de su cuerpo, los
cuales no puede apartar de él. Y sí, la física, química, matemáticas, cualquier
ciencia debe ser estudio tras estudio y mucho aprendizaje pero no sólo en una
escuela se aprende, no sólo los libros enseñan, tal vez el mayor porcentaje de
lo que forma un físico es su propia determinación.
En el siglo XVII nació uno
de los científicos más influyentes en la física, sus contribuciones sentaron
bases trascendentes en el desarrollo de la ciencia y que sirvieron de
referentes a varios de los descubrimientos más importantes de la física. Sus
estudios estuvieron enfocados en la electricidad, materia de la cual surgieron hallazgos
como la inducción electromagnética, diamagnetismo y la electrólisis. Fue, sin
duda, el más grande experimentador de la física porque sus estudios formales
fueron escasos y sus habilidades matemáticas alcanzaban sólo conceptos básicos
pero nunca tuvo límites. Se podría decir que era el amigo de la física, se
llevaba tan bien con ella que la entendía de una manera tan sencilla y clara
que se notaba en su manera de transmitir su conocimiento; la misma sencillez
que también demostró en su persona.
“Honor a quien honor
merece”, tal vez la manera más directa de expresar esta idea hacia este físico
es sabiendo que su retrato se encontraba en el estudio de Albert Einstein, al
lado de Newton y Maxwell. También Ernest Rutherford lo consideró el más grande
de los científicos de todos los tiempos. La denominación de unidad de la
capacidad eléctrica fue hecha en su honor así como el nombre de un cráter lunar
desde 1935.
Independientemente de toda
su labor científica se le debe reconocer sus esfuerzos por facilitar el saber a
los jóvenes cuya educación no era favorecida, tomando en cuenta las
circunstancias de su época organizó lo que se llamó: “Conferencias de Navidad”,
proyecto que inició en 1825 y de las cuales se presentaron diecinueve series.
Partidario del trabajo y el gusto por el saber, desde los catorce años llevó a
cabo seis principios que le acompañaron toda su vida, estos son:
1. 1 Tomar notas en cualquier momento
2. 2 Mantener abundante correspondencia
3. 3 Intercambiar ideas con los colegas
4. 4 Evitar controversias
5. 5 Verificar todo lo que se dice
6. 6 No generalizar precipitadamente, hablar y
escribir de la forma más precisa posible
Serviría de mucho que estos
principios estuvieran como prólogo del método científico y en la portada de
todos los libros de ciencia; que nos haga entender que los descubrimientos son
el producto de una mente inquieta, de la incesante curiosidad y de bastante
motivación.
Michael Faraday, uno
de los grandes, uno de los mayores genios porque cuando le faltaron los
estudios le sobró el ansia por conocer y porque siendo un hombre muy sencillo,
su humanidad lo condujo a una muy especial grandeza.
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