lunes, 16 de octubre de 2017

DESDE EL AULA

Un amigo, muy estimado por cierto, que hace ya algunos ayeres fue alcalde de Xalapa, platica que en las postrimerías de su administración uno de sus “allegados” le comenta con manifiesta angustia: “Señor, qué vamos a hacer a partir del primero de enero, ya me acostumbré a tomar whiskey”; aun en la insensatez del comentario, se encuentran pálidos rasgos de cordura, la conciencia de que al término, las cosas serán diferentes. La remembranza viene porque estando ya por terminar una administración, aun se observan conductas de arrogancia, como si fueran a permanecer en los cargos, como si se ignorara sobre la temporalidad de los mismos y pareciera que no cruza por lo estrecho de sus mentes que las cosas cambian en el primer día de “ya no ser”.


A quienes así viven, bien les vendría leer a Luis Spota, quien describe con realismo ese primer día que, guardadas las proporciones, aplica para todos los niveles, en el cual los aduladores ya tienen otro becerro de oro, cuando para hacer un gasto personal hay que meter la mano al bolsillo propio, cuando ya no se tienen empleados al servicio personal con cargo a la nómina oficial.

Mala consejera es la soberbia, nos conduce a la inconciencia, a la creencia sin sustento de que se es superior, que se merece todo, imperceptible va degenerando en envidia, la cual, en palabras del Filósofo de Güemez, “es un homenaje a la mediocridad”. La soberbia pues, guarda una relación inversamente proporcional a la preparación y al talento.

Cuando obtuve el primer cargo de representación en el ámbito sindical, allá en la denominada “Novia del Sol”, con satisfacción se lo hice saber a uno de mis tíos a quien le guardo reconocimiento por su inteligencia y fama bien ganada de ser buen profesor, él, luego de meditarlo brevemente me dijo: “Bien por ti, aunque lo va a resentir tu familia y ten siempre presente que el mejor indicador de que una persona no está preparada para determinado cargo es cuando se ‘le sube’ y se hace arrogante y soberbio”. Buena lección, al fin profesor.


Existen diversos criterios para evaluar una gestión, diferentes formas de medir los resultados del ejercicio de una responsabilidad. Considero que la función de cualquier servidor público debe ser la de facilitador dentro de los extremos del marco normativo. Nunca he logrado entender que alguien pretenda hacerse importante dificultando lo que por su naturaleza es sencillo, increíble pero hay quienes parece disfrutar complicando la vida de los demás, en el fondo deben de ser infelices que no alcanzan a comprender que el servicio público es una magnífica oportunidad de ser útil y de cultivar amistades. Muy triste debe de ser  terminar una responsabilidad con un inventario mayor de enemigos.

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