lunes, 30 de octubre de 2017

Cerca del Cielo.
Por: José Ramón Flores Viveros.
Un modelo para la vida.
Sería el infierno si Dios me mostrara las cosas que yo pude haber logrado
de haber creído en mí mismo.
                                             Autor desconocido.

Transcribo el siguiente texto: “Un día, a finales del Verano cuando tenía yo 11 años, mama y yo pasamos la mañana en una agotadora jornada de compras de ropa que necesitaba para regresar a la escuela, cosa rara, puesto que mama tenía una enfermedad crónica y, con frecuencia, no se sentía muy bien como para pasarse un día en estos menesteres. Pero ese día en particular parecía llena de energía, igual que yo.

Me invitó a comer en el restaurante de una de las tiendas departamentales. Al entrar, me di cuenta de que había unas elegantes chicas modelando lo último de la temporada. Ya que ésta era la época pico para comprar ropa escolar, pregunte en voz alta por qué no lucían modelos para chicas preadolescentes.
Impresionada por mi idea, mama me alentó a decírselo a alguien y para la hora del postre me había convencido ¡no solo de que mi idea era estupenda! sino que yo debería ser una de las modelos. Me sentí emocionada y asustada. Su estimulo me dio confianza y, de hecho, comencé a creer en mi idea y en mi misma. Me persuadió para que hablara con el gerente de la tienda. Aun cuando sentía un pellizco en el estomago, ¡estaba lista para solicitar mi primer empleo!
Debo decirles que yo no era una versión esbelta preadolescente de Brooke Shield. Sin embargo la actitud tranquilizadora de mi progenitora me había convencido en ese momento que era yo bella y capaz. Cuando las puertas del elevador se cerraron para llevarnos a las oficinas del gerente, dude nuevamente y pregunte: ¿Realmente crees que es una buena idea? En ese momento, mi madre me dijo unas palabras que con frecuencia vuelven a mí. Palabras que han cambiado el curso de mi vida más de una vez. “¿Qué tienes que perder? No estarás peor si dice que no y ¡quizás, solo quizás, dirá que si!”
Así que con este nuevo enfoque e inspiración procedí. Cuando se abrieron las puertas, caminé derecho al escritorio de la secretaria y pregunte por el gerente de la tienda. Dudó por un momento, pero luego dijo a su jefe que yo quería verlo. Poco después, fuimos guiados a su despacho. Al sentarme frente a su escritorio, le expliqué con seguridad mi plan. Me escuchó cortésmente y con interés. Cuando le dije que yo quería modelar, me dio una solicitud de empleo y dijo que tomaría en cuenta mis sugerencias. Aunque jamás me llamó, al verano siguiente, ¡la tienda sí busco modelos adolecentes para presentar la ropa escolar en un restaurante! A decir verdad, no me importó que no me seleccionaran, pues yo ya tenía mi recompensa. Mama me dio un regalo que me ha durado toda la vida. Aunque ella murió unos años después cuando yo tenía 15, su espíritu siempre me acompaña, cuando tengo que encarar situaciones amenazantes.
Mamá me enseñó que era seguro arriesgarse, el creer en mí misma y, lo más importante, el pedir lo que yo desee”.
Tomado del excelente libro “Chocolate para el Corazón de la Mujer”, de Kay Allenbaugh, 77 Historias de amor, bondad y compasión para alimentar el alma y endulzar  tus sueños.

Ya olvidé las veces que lo he leído y cada vez que lo hago la experiencia  de hacerlo es totalmente diferente. Dicen  los que saben de esto, que el estado de ánimo y el momento en que se encuentra uno en la vida, hace de la lectura - cada vez-  una nueva experiencia.

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