lunes, 19 de febrero de 2018

DESDE LA FINCA - Por: El Cortador

Entre la tradición y el avance tecnológico.- La nostalgia empieza llegar a los cafetales, el apogeo de la cosecha ya pasó, y aunque todavía hay manchones con matas cargadas, la producción ya no es pareja. En las zonas bajas el corte ya ha concluido. En las partes más altas, todavía se llenan los tenates con los granos rojos del aromático. La floración en algunas zonas ya se empieza a percibir. Los ciclos se cumplen y la cosecha le dará paso al mantenimiento, a la poda, a abonar y a la floración. Los tenates y las lonas de la recolección, darán paso a los aperos de mantenimiento. Morunas de podar, azadones y tijeras de podar harán la música de la finca. El viejo campesino sabio, conocedor de los ciclos y las estaciones, mientras exprime una naranja “pachicha” directo a la boca para saciar la sed que deja el quemante sol de invierno; reflexiona en voz alta frete a un grupo de jornaleros que integran la cuadrilla que pronto empezará a podar las matas y a abonar la finca: “Durante muchas décadas he sido testigo de la generosidad de las matas de café. Aprendí desde niño, todas las actividades para mantener a la finca productiva; desde hacer las tablas de la pesetilla, trasplantar, sembrar, chapear, azadonar, abonar, podar, derramar, deshijar, deslamar y hasta cortar el café maduro. Las estaciones, nos marcaban los tiempos para cada cosa. Las lluvias y las temporadas de seca estaban bien definidas. Ha sido parte de nuestra cultura cosechar plátanos, jinicuiles y naranjas que forman parte de la sombra”… Hace una pausa para desgajar la naranja y disfrutar de la jugosa pulpa; mientras tanto uno de los jornaleros, intrigado por el tono del viejo zorro, le pregunta: pero por qué lo dices con tristeza, si nosotros también hemos crecido a cobijo de la finca y el jornal?... Limpiándose las manos y la boca con el viejo y húmedo pañuelo rojo, se acomoda el sombrero para continuar: “Lo digo con tristeza porque las cosas van cambiando. La cafeticultura encierra, sustento, fortaleza de la economía, cultura, tradición y fama. Pero como todo, se va transformando. Anteriormente el proceso de beneficiado del café, requería especial cuidado, sobre todo en su etapa de secado al sol, morteado, tostado y molido. También la finca requería de atención y cariño, la regábamos con sudor y la labrábamos con las manos. Actualmente las matas han sido modificadas genéticamente, de tal manera que ya no requieren sombra, ni poda. Producen cantidades increíbles en la cosecha, que no va de acuerdo con su tamaño, ya son variedades resistentes a la roya, ya no requieren ser deslamadas o deshijadas. Los empresarios cafetaleros le ponen más atención a la cantidad que a la calidad. Y ya no se diga de las prácticas tradicionales que eran parte de la vida del campesino. La cafeticultura tuvo su auge que la hacía ver como sostén de la economía, era cultura, era filosofía y hasta romántica, actividad que poetas y escritores inmortalizaron en sus escritos o en sus versos. Era actividad familiar, social y económica. Hace 210 años llegó e café a esta zona y se convirtió en el latido del atierra y de su gente. Ahora el futuro es incierto. Los cafetales están siendo devorados por el urbanismo. Los precios a la baja, ya no hay animales de carga, todo se va tecnificando, los procesos son mecánicos. Aunque finamente el gusto permanece. El sabor le da buquete a la nostalgia y el aroma a los recuerdos”. Solo escupió, se dio la vuelta y se perdió entre los surcos.

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