Cerca del Cielo
Por: José Ramón Flores Viveros
Del infierno a la gloria. RETRAZAR LA INANICION.
“Quedaban 27 sobrevivientes de las 45 personas que iban a bordo del avión. Derretíamos nieve para beber agua y, para conservar lo mas posible el calor, dormíamos juntos por la noche, respirando el aliento del otro. Una mañana, luego de que Marcelo, capitán del equipo de rugby, insistió en que hiciéramos una reserva común de la comida que teníamos (algunos chocolates, nueces, galletas, frutos secos, pequeños frascos de mermeladas y contadas botellas de alcohol), me encontré de pie en el exterior, mirando un cacahuate cubierto de chocolate que tenia en la palma de la mano. Se habían agotado nuestros suministros; ese cacahuate era la última fracción de alimento que recibiría y me propuse hacerlo durar. Chupe lentamente el chocolate y guarde el cacahuate en un bolsillo de mis pantalones. Al día siguiente lo partí en dos. Guardé una de las mitades y puse la otra en mi boca. La chupé por horas, permitiéndome cada tanto un diminuto mordisco. Hice lo mismo al otro día. Cuando al fin acabé el cacahuate, no quedaba absolutamente nada de comer. A más de 3, 600 metros de altura, las necesidades calóricas del cuerpo son astronómicas. Si un alpinista escalara las montañas que rodean el lugar del accidente, necesitaría 10, 000 calorías diarias para mantener su mismo peso. Nosotros no estábamos escalando, pero, de cualquier forma, nuestros requerimientos calóricos eran mucho mayores de lo normal. Los que antes éramos jóvenes robustos y vigorosos, dueños de una condición física inmejorable, estábamos ya consumidos y macilentos. Desesperados, intentamos comer pedazos de cuero de nuestras maletas…
Nando Parrado.
Tomado de la revista Selecciones, octubre de 2006. Artículo “Sobreviví a la tragedia de los Andes.
Las montañas son siempre peligrosas, los riesgos al internarse y andar fisgoneando entre las nubes siempre son muchos y variados. Recuerdo una ocasión, cuando al iniciar a descender el Pico de Orizaba, justo en el labio inferior del cono, uno de los crampones, se me atoró en uno de los pies, me jaló la pierna y salí volando al vacío, dando una vuelta de campana y cayendo como autentica res sobre la pendiente. Afortunadamente el piolet que traía sujeto a la muñeca de la mano derecha, aunque lo solté, cayó enterrado escasos centímetros, pero suficiente para detenerme. Después de este incidente que me pudo costar un grave accidente o hasta la muerte, bajé invadido de terror y adrenalina. Experimentar miedo, hambre, sed, incertidumbre al ir escalando, son sentimientos muy desagradables, el mal de montaña por la escasez de oxígeno, que se experimenta como una resaca de una noche de fiesta y alcohol, es otra sensación horrible. Siempre que recuerdo estas emociones, y pienso en lo que vivieron los sobrevivientes de los Andes, todo lo anterior parecería un día de campo, si se compara con los 72 días que estos seres humanos vivieron, sin comida, ni agua en la cordillera de los Andes chilenos. Alimentándose con la carne de los cadáveres. Un alpinista en un ascenso sin contratiempos, sube con equipo adecuado para soportar las bajas temperaturas. Con suficiente comida y líquidos para hidratarse no deja de experimentar la agonía del esfuerzo que se vive en una montaña. En mi mente no cabe la idea, ni una lógica que explique cómo fue que pudieron sobrevivir 16 de los 45 que viajaban en el avión. Que se estrelló en lo alto de los Andes chilenos.
La odisea de Roberto Canessa y Nando Parrado, sigue siendo un misterio, como es que pudieron llegar a Chile caminando para pedir ayuda, en condiciones casi imposibles para la vida. Esta proeza insólita y extraordinaria sigue sin poder ser comprendida. Hace algunos años, cuando Carlos Páez, acompañado por alpinistas profesionales, regresó al lugar al del accidente, contando con equipo profesional de escalada, cuando cruzaron una zona “infectada” de cientos de grietas, en un descanso los alpinistas, en la agonía del esfuerzo, se preguntaron con absoluta incredulidad y asombro, cómo es que Nando y Roberto habían podido sortear esta zona infernal rodeada de peligro. No podían creer que hubieran podido superar zonas de grietas sin caer en alguna de ellas sin contar con equipo alguno. Algo que aun al hacerlo con el equipo necesario, era casi imposible de realizar. Y así fue casi todo el trayecto que estos seres humanos extraordinarios tuvieron que recorrer. Una Azaña sin precedente en la historia de la humanidad… Roberto Canessa y Nando Parrado dieron testimonio de una fe inquebrantable, el amor a la vida y el riesgo inminente de morir, convierte a seres comunes corrientes en seres extraordinarios. Y que, en las tragedias, fuerzas sobrenaturales surgen del interior del ser humano.
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