lunes, 22 de octubre de 2018

DESDE LA FINCA - Por: El Cortador


Alegría y miedo.- Las lomas y laderas de esta zona cafetalera empiezan a florecer en pleno otoño. Florecer en el sentido del gran ambiente y nueva vida que se percibe entre las fincas, pues ya ha iniciado la tan esperada y bendita cosecha. Octubre es un mes maravilloso para el campesino de la región, pues el ambiente de la víspera de Todos Santos se combina con el inicio del corte. Las verdes y frondosa matas, lucen orgullosas cargadas de grano rojo que las hacen inclinarse en una solemne reverencia como diciendo “cumplo mi misión de ofrecerte mis frutos”. Desde muy temprano empiezan a llegar cuadrillas de cortadores en las que ya se incluyen alegres mujeres que entusiasmadas con la gran producción, asisten puntuales al encuentro con el maná místico. Las risas, cantos y chiflidos ambientan el majestoso lenguaje de la frondosa vegetación. Es una verdadera fiesta donde en el fondo, muy en su interior, los campesinos agradecen la bendición de tan legendario producto. Café que por tradición le da vida y llena de alegría las fincas. Sus tenates durante el jornal, los van llenando de ilusión. El viejo cortador curtido por muchos otoños y por el trabajo de muchos jornales, se le ve jovial, animado, rejuvenecido, como si la cosecha le infundiera nuevos bríos de entusiasmo, gratitud y satisfacción. Ve coronado el trabajo de su estirpe, de los que han aprendido con él a tratar con amor esta tierra bendita que los provee de todo lo necesario, y más. Varios campesinos se enfrascan en el comentario que la noche del pasado viernes, justo a media noche se escuchó un alarido escalofriante que parecía un aullido de perro a punto de morir, pero que, a quienes lo escucharon, les puso los pelos de punta, el ladradero de perros continuó por largo rato como si espantados, sintieran algo malo. Algunos argüían que fue una zorra o un tecolote macho. “Fue la Llorona” dijo el viejo nigromante, conocedor de las viejas creencias y curado de espanto desde niño. Pareció que hasta los pájaros se callaron porque se sintió un silencio sepulcral que solo significaba que todos esperaban una amplia explicación a tan aventurada afirmación. Habiendo entendido el reto, el viejo taumaturgo de dos siglos, sin inmutarse explica: “Aunque es una antigua leyenda pero muchos la hemos oído y sabemos que en determinadas circunstancias, se deja ver. Es una de las leyendas con más fuerza en nuestro país. La Llorona como tal, surge en la época de la Colonia, sin embargo sus antecedentes se pierden en los mitos prehispánicos y se fundan en diversas representaciones de diosas madres como Chocacíhuatl (del náhuatl choka, llorar, y cihuat, mujer). Nos platicaba mi abuelo que la Llorona flota por los campos y bosques cerca de lagunas y ríos, Los lamentos de La Llorona son ¡Ay, mis hijos! envuelta en un flotante vestido blanco y con el rostro cubierto con velo levísimo que revolaba en torno suyo al fino soplo del viento, cruza por caminos y riveras; alzaba los brazos con desesperada angustia, los retorcía en el aire y lanzaba aquel trémulo grito que metía pavor en todos los pechos. Se dice que si voltea a mirarte se le ve la cara de mula con los ojos rojos que parecen brasas, otros dicen que llora, que es el lamento tan lastimero, que eriza la piel y los que la han llegado a ver terminan locos, mudos o encanecidos por el pavor que da su presencia”… percibiendo que todos manifestaban una expresión de interés, encanto  y miedo, con ronca voz les espeta: “ya pónganse a trabajar, otro día les cuento cuando se aparecía un perro negro arrastrando una cadena…”

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