lunes, 12 de noviembre de 2018

DESDE LA FINCA - Por: El Cortador


Entre el fogón y la vida.- Muy cerca del bracero, en una vieja mesa de madera que refleja el paso del tiempo y el trajín, el viejo sabio de los cafetales platica con una de sus nietas, compartiendo un plato de arroz blanco con caldo de frijoles hervidos que sabe a recuerdos. La joven mujer que busca el consejo del abuelo, le platica sus vicisitudes de madre soltera, sin estudios y con un chiquillo que debe sacar adelante. Desde su silla de paja estira la mano para voltear las tortillas que pone en una jícara de calabazo que contiene una servilleta bordada a mano. Un molcajete adorna la mesa con aroma de chile, ajo y cilantro. El viejo soberano de las fincas, curtido por el tiempo y el trabajo, escucha paciente la retahíla de quejas y lamentos de la nieta a la que el mundo se le cierra. Habiendo terminado su comida, retira el plato de peltre y le da un ruidoso sorbo al jarro de café caliente, remoja un pedazo de pan de muerto que abundó en la ofrenda, lo saborea con singular alegría, se levanta con dificultad simulada, pues en el campo es un tejón, acerca tres ollas de barro, las llena de agua y las coloca en la lumbre que previamente avivó con más leña seca. En lo que hierven escucha tantos problemas que parece que cuando unos se van otros llegan. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café molidos. Las dejó hervir. A los 20 minutos el viejo sabio retiró las ollas del fuego, Sacó los huevos y los colocó en un recipiente, sacó las zanahorias y las puso en un plato y finalmente, colocó el café en un jarro. Con voz paternal le pregunta a nieta: ¿Qué ves? “Huevos, zanahorias y café” fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias, ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera, después de quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Luego le pidió que probara el café, ella sonrió mientras disfrutaba de la deliciosa bebida. Sorprendida e intrigada la mujer preguntó: ¿Qué significa todo esto, abuelo? Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: ¡agua hirviendo! Sólo que habían reaccionado en forma diferente. “La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después  de pasar por el agua hirviendo se había hecho blanda y fácil de deshacer. Los huevos habían llegado al agua frágiles, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en el agua hirviendo, se había endurecido. Los granos de café, sin embargo eran únicos: después de estar en agua hirviendo, habían cambiado el agua. ¿Cuál de los tres elementos eres tú? Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿Cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero cuando la fatalidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, con un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación o un despido se ha vuelto duro e inflexible? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargada y rígida, con un espíritu y un corazón endurecido?... ¿O eres un grano de café?  El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto máximo de ebullición el café alcanza su mejor sabor y aroma. Ojalá logres ser como el grano de café, que cuando las cosas se pongan mal, tú puedas reaccionar en forma positiva, sin dejarte vencer por las circunstancias y hagas que las cosas a tu alrededor ¡mejoren! Que ante la adversidad exista siempre una luz que ilumine tu camino y el de todas  las personas que te rodean. Que puedas siempre esparcir e irradiar con tu fuerza, optimismo y alegría el ‘dulce aroma del café, para que nunca pierdas ese olor grato e inagotable que solo tú sabes transmitir a los demás”... La nieta, cuando le cayó el veinte, lo abrazó con lágrimas en los ojos, pero ya no eran de preocupación…

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