Clima, predicciones y tradiciones.- “Es diciembre” afirma con voz segura el veterano erudito de las lomas y las cañadas al sentarse en la pequeña mesa de madera para degustar un humeante jarro de café negro endulzado con panela y sopeando una dura telera que remoja y disfruta con singular alegría. La mañana es fría y lluviosa, por lo que los cortadores no salen temprano al corte. “Ah, jijo, qué aironazo hace, el clima está muy loco, ya llueve, ya sale el sol, hace frío y luego calor”, se queja Florecita a la hora de servir más café al anciano. “Ya no sabe uno cómo vestirse para salir” menciona la nieta que hoy no fue la escuela. “Es diciembre en el calendario de cabañuelas, por eso llueve y hace frío, así estará ese mes en este año”, afirma el viejo zorro curtido por el tiempo y el trabajo cuando su nieta le pregunta qué eso de las cabañuelas, a lo que el enjuto filósofo, responde, limpiándosela boca con la manga de la raída camisa: “Las cabañuelas son un método de predicción meteorológica usado desde la antigüedad. Cuando era niño, cuando las lluvias llegaban a tiempo y las secas también, mi abuelo me enseñó que en enero uno ve cómo vendrá el año, por eso es que hay que poner atención a cómo vienen los días. Las cabañuelas son una forma empírica y tradicional de pronosticar el tiempo a largo plazo que se conoce desde hace miles de años, desde la antigua Babilonia. Son una tradición oral que pasa de generación en generación, pero que se va perdiendo porque los jóvenes actuales migran a las ciudades y prestan poca atención a las actividades del campo. De acuerdo a la tradición, del 1 al 12 es un día por mes, por lo que si el 1 es frío y con lluvias, indica que enero, el primer mes del año será frio y lluvioso. Y si el da 9 llueve mucho quiere decir que en septiembre habrá mucha lluvia, mientras que si el 5 está soleado quiere decir que en mayo hará calor. Los siguientes 12 días, es decir del 13 al 24 de enero, los meses corren en sentido contrario, de tal manera que el 13 corresponde a diciembre y el 24 a enero. Luego viene dos meses por día del 25 de enero al 30; así el 25 es enero y febrero; el 26 es marzo y abril, y así sucesivamente. Y el día último, el 31, pasan todos los meses, uno cada hora de enero a diciembre y luego al revés, por eso es que en un solo día el clima puede ser muy cambiante”. La niña sorprendida le da vuelta a la tortilla en el comal de barro y acerca otra al abuelo que la unta de manteca, sal y salsa machacada. Con voz enchilada, continúa: “El tanteo puede ser muy efectivo, la naturaleza no falla nunca y avisa en sus propias palabras, nomás es cuestión de poner atención, ya sea en la luna, el aire y en los mismos días. Así uno se guiaba y sabía si sería un año bueno pa’ la cosecha”. La pequeña de diez años, se sienta frente al tozudo longevo sopeando un pan y lo mira con saltones ojos que denotan una petición a que siga con su interesante narrativa; a lo que el abuelo continúa: “Algunas otras predicciones se hacían con base en la observación como según cuentan los ancianos, cuyos antepasados les comentaban que cuando vieran el cielo con nubes con forro de lana de borrego, era señal de lluvia. O con el comportamiento de los animales, pues en ranchos o en casas se puede escuchar como los gallos cantan al amanecer o las hormigas que pierden su camino, van de un lado a otro, lo que significa el final del verano y la entrada del otoño con lluvias. Los animales poseen sentidos mucho más desarrollados que los humanos y, gracias a ello, pueden captar lo que va a suceder, por ejemplo con el clima, con bastante anticipación. Las golondrinas, chicharras, ranas, vacas o caballos y hasta los perros se inquietan cuando se anuncia un fenómeno brusco”. Ambos comensales disfrutan el café y la charla, esperando que se pase el mal tiempo; pero para la pequeña es mucho más que eso…
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