DESDE LA FINCA Por: El Cortador

Apoyos y delicias.- “Abuelo, te extrañamos la semana pasada, no estuviste y nos quedamos con el pendiente, pues todo mundo preguntaba por ti, y nadie nos daba razón. Qué bueno que llegas, pensábamos que algo te había pasado, pues a tu edad…”… “Cállate pendejo, que a nadie le tengo que decir qué hago o a dónde voy…”… Así iniciaba la mañana húmeda luego de que toda la noche callera un fuerte aguacero en lomas y laderas que vino a revivir a los árboles y sobre todo a las matas de café que están en plena floración. Las lluvias llegaron a su tiempo y luego de fuertes calores, los aguaceros con viento, hasta han tirado árboles viejos y ramas podridas y pesadas. Los campesinos saben que junio es de lluvias, de cicas, de palmitos y de chicharras. Los ríos volvieron a llenarse de agua, luego de que con tristeza se veían secos y llenos de basura. Ahora subió la creciente y se escucha su rugido a distancia. Algunos hasta se han excedido arrastrado árboles y una que otra casa mal construida en las riveras, o en laderas, o en terrenos que no son aptos para construir. “No te enojes abuelo, pero todos preguntamos por ti…” El viejo sabio de los montes, curtido por sequias y tormentas y forjado con el rudo trabajo del jornal, colgando su morral de bastimento y acomodándose la moruna en la cintura para iniciar la faena, con ceremoniosa voz, comenta: “Fui a ver al presidente de la república al “López Mateos”, nos convocaron porque nos van a dar un apoyo de cinco mil pesos a cada productor, para comprar nuevas pantas resistentes a la roya. Fue un desmadre el evento, mal organizado y con manifestaciones. Pero bueno, yo fui porque hacía tiempo que no nos daban dinero para estimular la producción de café desde hace muchos años, actividad con la que hemos crecido y vivido, y que ha sido olvidada. De 140 mil hectáreas que había de café hace treinta años, ya quedan menos de cuatro mil en la zona. La urbanización se ha tragado las fincas. Eso es desastroso, si nos apendejamos el café se va a acabar y solo quedará el recuerdo. Por eso es importante ese recurso, ojalá y todos los compas realmente lo utilicen para comprar planta y resembrar paulatinamente, no se lo vayan a gastar en una peda y que de nada sirva. Yo ya encargué pesetilla de buena calidad”. Aprovechando que la tierra está blandita por las lluvias, los jornaleros le entraron de lleno a la desyerbada y al chapeo, las matas de café están cargadas de flor y auguran una buena cosecha, por eso  hay que dar mantenimiento a las fincas. En la recta final de la primavera, los sabios campesinos esperan el solsticio que coincide con la festividad de San Juan Bautista. En otros tiempos era temporada de mucha naranja. Todavía quedan arboles de mango que generosos ofrecen su dulce y amarilla producción. El clima está cambiando y muchos no se dan cuenta. Nos quejamos de mucho calor y nos quejaremos de las intensas lluvias y luego nos espantaremos del gélido frío, pero no hacemos nada por frenar el deterioro ambiental ocasionado por el exceso de contaminación y la gran cantidad de basura que no se degrada. Al filo del mediodía, con nubarrones negros que presagian más lluvia, el longevo tatiasca de los cafetales, parsimonioso y discreto, descuelga sus arreos y se perfila a retirarse sin hacer aspavientos. Con extrañeza, los demás compas no se explican su actitud evasiva, pues siempre propicia la camaradería y el compañerismo, sin embargo en esta ocasión su comportamiento extraño obliga a los cámpiras a cuestionar su actitud, “Les voy a decir la verdá, me voy de prisa porque la María está haciendo un chilatole de espinazo con palmitos y ya me anda por llegar a disfrutarlo. O’ra que los izotes dieron mucha flor, hay que aprovecharla y disfrutarla. Ya me eché un “huevito” de palmito con huevo en el almuerzo y o’ra voy por mi chilatole. Hay se ven…

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