martes, 16 de junio de 2020

DESDE LA FINCA Por: El Cortador


El helecho y el bambú.- En las fincas la pandemia se percibe lejana, sin embargo, por el bombardeo de noticias por la radio, las familias también sienten temor y han tomado medidas preventivas, sobre todo con las personas vulnerables, como los adultos mayores. En el campo casi no hay personas diabéticas ni hipertensas, pues su alimentación es más natural, además, el duro trabajo los hace fuertes y resistentes. Sin embargo saben que son propensos a infecciones desconocidas. Llegaron las lluvias que vinieron a mitigar los calorones que se sintieron en días pasados. Estos aguaceros favorecen la floración de los cafetales que lucen esplendorosos. Al viejo cortador sabio, curtido por el tiempo y el trabajo, lo cuidan con especial esmero. Hijas y nueras tratan de que no se exponga, pues casi nueve décadas no se cargan con facilidad. Sin embargo, los compas lo extrañan en la finca y lo visitan por las tardes para platicar y abrevar conocimiento. El viejo correoso anda de mal humor porque siente que es inmune a la pandemia, sin embargo, acata las recomendaciones de la familia y se mantiene en casa. Dos compas llegan a verlo y le consultan un tema que les preocupa. Se lo plantean y esperan la cátedra. El veterano filósofo de las melgas, conocedor de plagas y calamidades, decide contarles una historia con la que dará respuesta a sus dudas: “Una vez me visitó un carpintero que tenía serios problemas económicos, pues el trabajo escaseaba por varias adversidades. La falta de dinero comenzó a generarle problemas con su mujer, y los niños, al verlos tristes y peleados, ya tenían dificultades en la escuela. Le invité un café para platicar. Luego de escucharlo pasamos a la parte trasera de la casa. Allí le presenté a dos plantas muy significativas para mí: el helecho y el bambú. Y le conté la siguiente historia: Hace ocho años tomé unas semillas y planté el helecho y el bambú al mismo tiempo. Quería que ambas plantas crecieran en mi patio, porque las dos me resultan muy reconfortantes. Puse todo mi empeño en cuidarlas a ambas como si fueran un tesoro. Poco tiempo después noté que el helecho y el bambú respondían de manera diferente a mis cuidados. El helecho comenzó a brotar y en apenas unos meses se convirtió en una majestuosa planta que lo adornaba todo con su presencia. El bambú, en cambio, seguía debajo de la tierra, sin dar muestras de vida. Pasó todo un año y el helecho seguía creciendo, pero el bambú no. No me di por vencido. Seguí cuidándolo con mayor esmero. Aun así, pasó otro año y el bambú se negaba a manifestarse. Tampoco me di por vencido después del segundo año, ni del tercero, ni del cuarto. Cuando pasaron cinco años, por fin vi que un día salía de la tierra una tímida ramita. Al día siguiente estaba mucho más grande. En pocos meses creció sin parar y se convirtió en un portentoso bambú de más de 10 metros. ¿Por qué tardó tanto tiempo en salir a la luz? El carpintero, después de escuchar la historia, no tenía idea de por qué el bambú había tardado tanto en manifestarse. Entonces, le expliqué: Tardó cinco años porque durante todo ese tiempo la planta trabajaba en echar raíces. Sabía que tenía que crecer muy alto y por eso no podía salir a la luz hasta no tener una base firme que le permitiera elevarse satisfactoriamente. El carpintero, entonces, comprendió que todas sus luchas estaban destinadas a echar raíces. Y que el hecho de no ver los frutos de su trabajo en ese momento no significaba que estuviera perdiendo el tiempo, sino que se estaba haciendo más fuerte. Antes de irse le di un último mensaje: La felicidad te mantiene dulce, los intentos te mantienen fuerte, las penas te mantienen humano, las caídas te mantienen humilde, el éxito te mantiene brillante. Esta historia debe recordarte que no importa cuánto tarde algo en dar sus frutos. Lo más importante en un momento difícil no es buscar a toda costa ver resultados. Lo fundamental es trabajar arduamente en las raíces. Pues sólo gracias a ellas podrás crecer y convertirte en la mejor versión de ti mismo”. Pasmados, los compas entendieron la lección y se retiraron agradecidos. Reflexionando… 


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