DESDE
LA FINCA
No es lo mismo cicatriz que
tatuaje.- Con la primera granizada de mayo, los cortadores deducen
que habrá buena lluvia este año, lo que se traducirá en una buena cosecha. Esos
hombres de fe y de trabajo, elevan una plegaria al cielo, pero al mismo tiempo
aplican su fuerza de trabajo a la tierra. La riegan con su sudor. Las matas de
café a veces recienten el calor y se tornan en un color amarillento, sin
embargo con las primera lluvias, retoman ese color verde oscuro que al mirar
las plantaciones desde la loma, pareciera un artístico mural.
Interrumpe su
elucubración un bullicio que se oye por el camino principal. Un grupo de
personas, coincidentemente, van gritando ¡verde, verde, verde!. Cuando el viejo
cortador sale a asomarse al camino para ver de qué se trata y saludarlos, se
topa con dos contradicciones. La primera es que era una brigada del partido
verde que curiosamente promociona a la candidata del PRI. Pero no, le dicen,
hay que apoyar al verde. Claro, asevera el campesino, el verde es vida. No
señor, vote por el verde. Sí claro cuya candidata es del PRI, les corrige.
Bueno… Sí, pero mire, si su voto es por el verde, entrará como regidora esta
señorita. ¡Otra contradicción! La dama de referencia, amable como todos en
campaña, viste peor que el jornalero. Y muestra en su cuerpo unas marcas muy
extrañas para el campesino que le recordaron al árbol de mulato o más bien a la
churria. ¡Son tatuajes! Le explica la susodicha. El campesino, después de
escuchar una perorata perogrullesca, acaba por entender que esos “tatuajes” son
parte de su curriculum y que son garantía indudable de que si ganara,
evidentemente sería una excelente regidora. ¡Cuánta contradicción!...
Confusiones y conclusiones.-
Como
no logró entender con claridad, se sentó a las sombra del viejo jinicuil con su
calabazo en mano para refrescarse y trataba de explicarse en silencio si el
color verde era el mismo tono del turquesa. Observando el paisaje, se percataba
de que son miles de tonalidades de verde en el campo, que van desde el amarillo
hasta el azul. (¡¡¡¡) Otra vez la mula al trigo. Seguía confundido entre la
naturaleza y la política. Luego de enterarse de que los integrantes del comité
del PANAL, ¿de maribomas? Volaron y se pasaron al Pan (¡¡¡¡) y que dejaron
colgado de la brocha al candidato de la bici, hasta sin estructura distrital;
p’us más enredado estaba. El verde anterior, al azul; el verde actual, al rojo;
el verde turquesa, al azul y el amarillo al azul. ¡P’os o’ra! Mejor que
desenfunda la morena, no, no, no, la moruna, y que se pone a chapear el cantil
que estaba invadido por un matorral de margaritas. A la distancia escuchaba el
murmullo de los demás jornaleros que comentaban que fueron invitados a un
pachangón: al cumpleaños de Amadita, donde hizo tanto calor que hasta se
apareció el Diablo. Es más, dicen que fue el que pagó las carnitas, p’us claro
a costillas de doña Meche. Pero que estuvo rete buena. Dieron hasta jHugo. Aunque
terminó muy tarde y tuvieron que regresarse andando pos nunca hubo “Ray”. El
viejo cámpira se percató de que se había llevado el calabazo de aguardiente en
lugar del “del agua”, por lo que acabó por entender que si no entendía era por
culpa del calabazo que ya ni atinaba a ponerle el olote en el chipo…
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