Ni concurso de oratoria, menos
debate
Jesús J.
Castañeda Nevárez
Ya se hizo
costumbre durante los procesos electorales, montar una pasarela de candidatos a
un cargo de elección popular, en donde aprovechen para mostrar su habilidad de
lectura y dicción, además de presumir las más fantásticas ideas que solucionen
todos los problemas y satisfagan todas las necesidades de una comunidad.
Esa forma
de participación en nuestro proceso democrático, pone en evidencia nuestra
infantil idea del tema, que para completar el show todavía se les permite que
se autonombren como “el ganador del debate”, lo que engrandece lo absurdo.
La
palabra Debate procede del verbo debatir (discutir o disputar sobre algo) y
hace mención a una controversia, discusión o contienda.
De modo que
lo que ocurre en los eventos que organiza el OPLE y algunas organizaciones es
cualquier cosa menos “debate” por lo que debería de tener otro nombre,
cualquiera, menos ese.
Al
considerar lo que hoy llaman debate y ver el simulacro que realizan los participantes,
ocasionan vergüenza. Algunos llevan sus “apuntes” y más o menos simulan un
discurso libre, pero otros de plano se concentran en la lectura de sus
“propuestas” y lo que tratan es que alguien se las crea.
Y aun
cuando alguno de los participantes le ponga un ingrediente picoso al evento al
sacarle “los trapitos al sol” de algún contendiente con la intención de
exhibirlo y bajarle puntos en el ánimo colectivo, por el tipo de formato que
establece el órgano electoral ninguno está obligado a dar respuesta, de modo
que terminan ignorándose y cada quien se aplica a su rollo y así la sangre no
llega al río.
Un tema muy
utilizado en ese foro tiene que ver con los grados académicos, títulos,
medallas, menciones honoríficas, etc., que si fueran definitivas entonces nos
podríamos ahorrar mucho dinero en el proceso electoral y mejor les aplicamos un
examen semejante al de la reforma educativa y ahí resolvemos todo con la
calificación que obtengan; otros mejor presumen sus logros en su trayectoria
política con elevados cargos que van desde carga maletas de otros funcionarios,
saca copias en algunas dependencias o encargados de algunas tareas partidistas,
pero no todos pueden demostrar verdadera capacidad para el encargo al que
pretenden llegar y quienes tienen experiencia y posibilidades de realizar un
buen trabajo, por lo que ya han realizado y demostrado en su vida laboral,
pudiera ser que su partido en poco o nada les ayude y por lo tanto con mucha
dificultad llegarán.
En
conclusión, pocos se salvan de la quema, porque prácticamente todos exageran,
hablan fantasías irrealizables y mienten en su propósito principal, porque si
fuera verdad que ellos y sus partidos políticos desean servir al pueblo y saben
cómo hacerlo, ya se habrían resuelto la mayor parte de los problemas y nuestro
país sería distinto.
Ya es
tiempo de que cambiemos el modelo democrático y trabajemos para impulsar uno
nuevo, donde el voto no sea sólo un derecho sino también una obligación, así
lograríamos una sociedad más participativa y los funcionarios públicos tendrían
mayor vigilancia y exigencia de los resultados prometidos.
Entonces
podríamos diseñar una forma diferente de hacer campaña en la que, si hubiera
necesidad de realizar debates, éstos serían verdaderos debates en donde se
fuera depurando el número de contendientes hasta llegar al proceso de votación
sólo con los mejores candidatos.
La
simulación que hoy se vive, les permite a los partidos políticos y sus
candidatos burlarse del pueblo y muchos hasta les servimos de comparsa. Es mi
pienso.
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