Corre el año 2016, son las once de la noche y me traslado de Xalapa rumbo a mi domicilio. Recibo una llamada y sin más, se me dice: “Julio, vas a ser candidato a diputado, pasa a la oficina a firmar la solicitud de licencia al cargo de edil y la llevas al Congreso, ya te están esperando. Alcanzo a replicar, oye, espera, antes necesito platicar contigo; sí, lleva tu licencia al Congreso y me esperas en la oficina, ahí platicamos.
Son las cuatro de la mañana, impaciente espero. Señorita ¿considera prudente que siga esperando?, pregunto. Sí, si le dijo que lo esperara va a llegar, me contesta la asistente. Llegó a las cinco de la mañana, se veía un poco cansado, pero contento. Vengo de una reunión muy importante, me dice. Ya eres el candidato, me confirma. Le contesto que la geografía política del distrito ha cambiado, que se percibe irritación en el electorado y encono a los grupos, que en tales circunstancias no hay quien razonablemente pueda garantizar salvar tal responsabilidad, que hay temas que no se deben tratar sobre fundamentos de afecto, que le agradecía el favor de la confianza pero que consideraba conveniente que la candidatura se otorgara a otra persona. Tú eres, obtuve por respuesta. Se me manda a caminar.
Dos semanas después me entero a través de las redes sociales que ya había candidato. No era yo. Apresuro el trago amargo, trato de entender y me sumo sin reserva institucional y solidario. A los días, provoco una entrevista con mi interlocutor primario, ocasión en la que le manifiesto: “No te vengo a reclamar nada, entiendo que razones debieron de existir, pero sí te reprocho el hecho de que me dices cuando me subes al caballo y me bajas sin decir ‘agua va’. Obtuve como respuesta un “nos va a ir bien”.
Por desgracia, estos patrones de conducta, nada ortodoxos y que pueden lastimar, no son aislados. Recientemente un aspirante a candidato a diputado, le informan que no, va horas antes del registro; lo que, como es natural, provocó un descontento que altera y complica los escenarios. Otro militante que ostentaba un cargo en el comité estatal del partido, se entera de que ha sido destituido cuando su relevo publica en redes sociales la invitación a su toma de protesta. Por supuesto que se entiende la temporalidad de este tipo de encargos y que se está expuesto siempre a la terminación anticipada, pero la cortesía política no resta jerarquía ni hace menos importante, por el contrario, enaltece y previene… evita fisuras.
Cuánta razón le asistía a don Jesús Reyes Heroles, cuando sostenía que “en política, la forma es fondo”. Muchos desencuentros se pueden evitar si las cosas se dicen con sensibilidad, de frente y oportunamente. Una poquita de humildad, nunca está de más.
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