martes, 7 de mayo de 2019

Cerca del Cielo Por: José Ramón Flores Viveros

INESPERADO

La bruma nos cubrió con su manto espeso y profundo, eran casi las 9 de la mañana en la cumbre más alta de Ecuador. Jamás voy a olvidar que, en mi mente, resonó la palabra “inesperado” sin explicación lógica, bueno si recuerdo que me preguntaba, el motivo de tal sufrimiento físico y emocional al estar subiendo una montaña. Todo va y todo viene en la vida, me angustiaba mi soberbia y orgullo. El deseo de tener el control y el poder sobre lo material y las personas que me rodean.

Todo ocurrió en cuestión de segundos, subíamos sujetos a una cuerda, un experimentado guía ecuatoriano, quien esto escribe y José Luis Molina. Pepe gritó, un zumbido al friccionar violentamente el crampón sobre la capa metálica del congelado glaciar. Segundos que se hicieron una eternidad en la inmensidad del tiempo y el espacio. La muerte nos abrazó inesperadamente. Hay quien asegura que cuando estuvo en peligro de muerte, vio pasar capítulos de su vida, en una especie de cortometraje mental.

Una maniobra fría y calculadora del guía, nos salvo la vida prácticamente, sentí el violento jalón de José Luis, Eduardo, enterró a la velocidad de la luz su piolet sobre la helada capa, recargando su cuerpo sobre el instrumento. Nuestra caída fue detenida por esta acción.

Lo inesperado había saltado, como una liebre. Saltó y flotó en el ambiente, a más de 6 mil metros de altura. ¿Qué tiempo duro? 15 o 20 segundos que se hicieron una eternidad, una eternidad fría e indiferente, difícil de asimilar, de poder entender. Jamás vi cortometraje alguno, solo recuerdo haber sentido miedo y experimenté mucho terror. Y también sentí un sabor y olor a quemado en la lengua y nariz.

La vida en sí, su sello es lo imprevisto, lo inesperado, me hice ingeniero agrónomo inesperadamente, mi vocación era otra, me casé, después de haber estado fuera de Coatepec muchos años, con alguien que vivía frente a mi casa, trabajé en la Sierra Madre de Oaxaca, inesperadamente también, me encontré de igual forma en lo mas alto de Ecuador, casi en peligro de muerte. Y así siguieron sucediendo eventos de manera fortuita e inesperada.

Se podría creer que planeamos y proyectamos, sin embargo, no me convence del todo esta creencia, la vida tiene un sistema muy particular de manifestarse. Destino o la voluntad de algo superior a nuestro entendimiento, y la frase popular de que “Todo ocurre por algo”, con el tiempo viene una respuesta lógica. El incidente que vivimos, retrasó nuestra llegada a la cumbre. Cuando llegamos media hora más tarde, estábamos retrasados, una espesa nube se estacionó, no se veía nada absolutamente, y de habernos sorprendido en el descenso, nos pudimos haber extraviado en la montaña, solo Dios sabe con que consecuencias. Lo inesperado a veces da buenos resultados. 

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